encostración

Definición:

Sinónimos(s):

Ejemplo 1:

A todas las encostraciones conviene, por lo menos, aplicar tres túnicas de cal. El officio de la primera es apretar muy estrechamente la superficie de la pared y retener las otras enclavaduras de encima con la pared. El officio de la postrera es sacar afuera la gracia del polimento, colores y lineamentos. El officio de las del medio es enmendar y prohibir los vicios de la una y de la otra. (Loçano, Alberto, Architectura, 1582, pág. 179).

Ejemplo 2:

Demás d’esto, de las encostraciones, unas son estendidas, otras encaxadas. Estiéndese el yesso o la cal; pero el yesso no es útil, sino en lugar muy seco. A las encostraciones, qualesquiera que sean, les es enemiga la humedad que les viene de pared vieja [...]. Diremos primero de las estendidas. La cal se aparejará assí: remojarse ha mucho tiempo en un lago cubierto abundantemente y con agua pura; después, con hierro, se dolará como se dolan las maderas. Será señal de estar remojada quando, mientras se dola, no offenden al hierro las piedras. Antes del tercer mes no piensan que está harto madura [...].Quando mezcláredes arena o algo molido, sobaldo mucho tiempo con vehemencia y muy mucho otra vez. También lo rebolveréys otra vez hasta que casi se haga espuma. Los antiguos, aquella túnica que avían de estender última, mojávanla en mortero, y templavan esta misma mixtura, de suerte que no detuviesse el hierro mientras se estendía sobre la ya estendida que se va secando, y un poco húmedo se estenderá otra, y, procurarse ha que por un mismo tenor juntamente todas las túnicas se sequen [...]. La última túnica en lo blanqueado puro, fregada diligentemente, dará resplandor de espejo. (Loçano, Alberto, Architectura, 1582, pág. 180).

Ejemplo 3:

Las encostraciones aplicadas entabladas, aunque o sean puras o esculpidas, pero una es la razón de ambas. Es maravillosa cosa de ser dicha quánta diligencia pusieron los antiguos en el cortar las tablas de mármol y darlas lustre; cierto, he visto tablas de mármol, largas más de quatro cobdos, anchas dos, gruessas apenas medio dedo, y juntadas con una línea hondosa para que más engañassen a los miradores. (Loçano, Alberto, Architectura, 1582, pág. 181-182).