ASTRONOMÍA
Francisco M. Carriscondo Esquivel
Con independencia de la técnica, de todas las áreas consideradas en el proyecto «Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento Español» (en adelante DICTER), una de las más trascendentes es, sin duda alguna, la astronómica. Y ello por varios motivos. Partamos de lo general hasta llegar a lo particular: desde la visión del mundo que implica una determinada cosmología hasta la presencia de usos léxicos originariamente astronómicos y que, finalmente, han pasado a la lengua común. Además, el siglo XVI español es testigo de los adelantos que implican los progresos que posibilitan una mejor explicación de los fenómenos observados, gracias al dictado de la experiencia según la nueva mentalidad, por encima de la búsqueda de soluciones especulativas y complejas operaciones que se esforzaban por cuadrar la realidad –por ejemplo, los complicados movimientos planetarios– con la teoría. Al final la solución más fácil (la ofrecida por el sistema heliocéntrico) resultó a la larga ser la más ajustada a la realidad. De todas maneras, y conforme a la cosmovisión del humanismo español del Renacimiento, dicha solución fue aceptada tan sólo como una posibilidad, una hipótesis más de trabajo, y no como una explicación del sistema del mundo, pues atentaba contra la posición predominante de la tierra como centro del universo (desplazando, consecuentemente, al hombre a un lugar menos importante) y contra las creencias religiosas y la enseñanza de las Sagradas Escrituras que postulaba la Iglesia en aquel momento.
Además, en los textos astronómicos españoles del Quinientos se puede observar la participación del progreso motivado por la experimentación, es decir, la nueva actitud ante lo empírico, basada en técnicas experimentales, con la realización de pruebas que se someten a las más diversas condiciones, para ver si se producen los mismos resultados. Esta forma moderna de ver la astronomía, y la ciencia en general, adquiere estatuto universitario cuando en 1464 se instaura la primera cátedra de astronomía, llamada de Astrología, en Salamanca. Posteriormente se incorporarán las Universidades de Alcalá y Sevilla. Al principio la actividad en dicha cátedra se centrará en la adaptación de las tablas alfonsíes, que previamente han sido analizadas y trabajadas por la astronomía ejercida en el resto de Europa. Y, a partir de esta paradójica situación que supone el camino de vuelta de los materiales hispanos después de su transformación europea, es cuando surgen las grandes figuras de la astronomía española del Renacimiento, hasta alcanzar su culmen con Jerónimo Muñoz, discípulo de Oronce Finé y Gemma Frisius, que ocupa la cátedra de Salamanca a partir de 1579. A la difusión de los resultados de la investigación astronómica contribuyó, como era de esperar, la invención de la imprenta, lo que dio lugar a la publicación de una serie de obras «de consumo», bajo el formato de repertorios, pronósticos y almanaques, de los que el «Corpus de la Ciencia y la Técnica del Renacimiento» da buena cuenta.
Fuentes para el estudio de la Astronomía del Renacimiento
Fuentes primarias
La investigación ha podido llevarse a cabo mediante la confección de una base de datos léxicos extraídos de una serie de fuentes primarias, las cuales se asientan sobre la base del mencionado corpus textual: (1) Nebrissa, Antonio de (1517): Tabla de la diversidad de los días y horas. Alcalá: Arnao Guillen de Brocar (1ª ed., Pamplona: Arnao Guillen de Brocar, 1499); (2) Fernández de Enciso, Martín (1530): Suma de Geographía. Sevilla: Juan Cromberger (1ª ed., Sevilla: Jacobo Cromberger, 1519); (3) Faleiro, Francisco (1535): Tratado del Esphera y del arte de marear. Sevilla: Juan Cromberger; (4) Cortés, Martín (1551): Breve compendio de la sphera y de la arte de navegar. Sevilla: Antón Álvarez; (5) Chaves, Hierónymo de (1545): Tractado de la sphera que compuso Joannes de Sacrobusto. Sevilla: Juan de León; (6) Helt Frisio, Hugo (1549): Declaración y uso del relox español… trad. de Francisco Sánchez de las Broças. Salamanca: Juan de Junta; (7) Anónimo (1554): Repertorio de los tiempos. Valladolid: Francisco Fernández de Córdova; (8) Cortés, Martín (1556): Breve compendio de la sphera y de la arte de navegar. Sevilla: Antón Álvarez; (9) Muñoz, Hierónymo (1573): Libro del nuevo Cometa, y del lugar donde se hazen; y como se vera por las Parallaxes quan lexos estan de tierra; y del prognostico deste… Valencia: Pedro de Huete; (10) Frisio, Gemma (1575): La Cosmographia de P. Apiano, corregida y añadida por Gemma Frisio Medico y Mathematico, la manera de descrivir y situar los lugares, con el uso del Anillo Astronómico, del mismo auctor Gemma Frisio… Anvers [Amberes]: Jan Verwithagen, por Jan Beelaert [Juan Bellero]; (11) Roiz, Pedro (1575): Libro de relojes solares. Valencia: Pedro de Huete; (12) Micón, José (1578): Diario y juyzio del grande cometa. Barcelona: Jayme Sendrat; (13) Çamorano, Rodrigo (1581): Compendio de la arte de navegar. Sevilla: Alonso de la Barrera; y (14) Tovar, Simón de (1595): Examen i censura… del modo de averiguar las alturas de las tierras, Sevilla, Rodrigo de Cabrera.
Fuentes secundarias
No podemos abordar con exhaustividad, en esta presentación, las cuestiones históricas que, por otro lado, conviene tener muy en cuenta para explicar, por ejemplo, los conceptos básicos que manejan los tratadistas de la astronomía del Quinientos. Se hace necesario –a fin de casar dos disciplinas históricas que tan alejadas han estado habitualmente entre sí, como son la lexicología histórica y la historia de la ciencia– tener en cuenta los referentes a que aluden los términos, para poder así conocer su designación. De esta necesidad surge la de conocer la ciencia que maneja dichos referentes, por lo que se debe esbozar una serie de consideraciones históricas sobre la ciencia astronómica en el Renacimiento, que han de concretarse a partir de la consulta de las fuentes secundarias referidas a la materia en cuestión.
Tampoco hay que dejar a un lado su interrelación con otras disciplinas clásicas. Con el marco de la filosofía natural, la astronomía recibe la ayuda de la geometría y las demás ciencias matemáticas para la descripción de la esfera y los cálculos de distancias y magnitudes. A su vez, nuestra ciencia brinda información práctica para el desarrollo de la agricultura, la cartografía, la horologiografía, la medicina o la náutica. La astronomía se erige así no como una disciplina científica aislada, pues mantiene relaciones epistemológicas con otras, de manera que las técnicas, los métodos de análisis, los conceptos y los progresos de estas inciden sobre ella, y viceversa. Es muy importante, por tanto, que como fuentes secundarias, también debamos tener en cuenta los textos de estas otras disciplinas. No es por ello de extrañar que figuren como material de referencia en nuestras pesquisas.
Tampoco deben desatenderse las cosmologías clásicas, aún vigentes en la época que aquí se aborda; o la aparición de nuevas visiones del mundo, que suponen toda una revolución, en clara alusión al sistema heliocéntrico planteado por Nicolás Copérnico, siendo la Universidad de Salamanca la primera institución académica que incluyó el estudio del astrónomo polaco. La historia de la ciencia ha dado buena cuenta de todas estas cuestiones. Por eso, la alusión a las principales referencias bibliográficas, como herramientas básicas de trabajo, nos eximen de un análisis profundo. Nos referimos básicamente a los trabajos de Cirilo Flórez, Bernard R. Goldstein, Doris Hellman, Mariano Esteban Piñeiro, Manuel Fernández Álvarez, Víctor Navarro Brotóns, Vicente Peset Llorca o Juan Vernet Ginés; más otras que figuran en la «Bibliografía» y que aluden a la astronomía en general.
Léxico astronómico del Renacimiento Español
Como parece lógico, lo que más nos ha interesado a los investigadores del proyecto DICTER han sido las palabras. El pensamiento astronómico del Quinientos se proyecta en su léxico: en él se registran términos que podrían considerarse transversales, al relacionarse con varias disciplinas científicas. También hay que destacar la representación, en la terminología, de las cosmovisiones clásicas y modernas. Pero hay otro hecho fundamental: el paulatino avance de la publicación de obras técnicas en lengua vernácula sobre las publicadas en latín. Es muy probable que este triunfo se deba a una razón eminentemente práctica: la necesidad de transmitir los conocimientos astronómicos en una lengua que debe ser conocida por los propios astrónomos, pero también por cosmógrafos, geógrafos, navegantes, etc., en el desempeño de estas profesiones que en el Quinientos alcanzaron un notable desarrollo debido a los descubrimientos que se dieron ante sus ojos y la necesidad de someter las nuevas realidades a su comprensión.
Los trabajos de José Chabás primero y, a continuación, de Marta Gómez Martínez, también presentes en la «Bibliografía», han dado sobrada cuenta del rendimiento y de la importancia del análisis del léxico astronómico renacentista español. En nuestro caso, consideramos necesaria la búsqueda de un hilo conductor, una perspectiva de síntesis que sirva para aglutinar en este prólogo la cantidad ingente de datos léxicos, en los tres planos tradicionales de análisis lingüístico, que hemos podido recabar en relación con la lengua de los tratadistas. Y creemos haber encontrado dicho hilo conductor en el seguimiento del modelo latino o su desvinculación mediante la adopción de formas propias del vernáculo. Así pues, el orden de nuestra exposición se regirá por esta confluencia de moldes, con muestras en los distintos niveles. De todos modos, tanto una como otra solución suponen ya un paso adelante, al utilizar el vernáculo frente al latín como lengua de transmisión del conocimiento.
Grafemática
Los tratadistas, al hacer frente al desarrollo del vernáculo castellano, tuvieron que acogerse bien a la sombra del latín, bien a la elaboración de recursos propios y desvinculados de aquel. Son numerosos los estudios con que contamos acerca de la tensión de fuerzas que mantienen el latín y el vernáculo en el Renacimiento, especialmente el empuje que el primero ejercía sobre el segundo, pero también sobre el avance paulatino de nuestra lengua como vehículo de transmisión del conocimiento. Ahora bien, esta progresión se verá frenada por factores externos, como es el prestigio inveterado de la lengua clásica; así como internos, deducidos estos de las tradiciones discursivas propias de determinados géneros, el técnico y el científico son un claro ejemplo, que tenían al latín como medio de expresión habitual de sus saberes. Las convenciones que surgen de la labor de traducción y de adaptación realizada por los humanistas, con un peso cada vez más específico conforme transcurre el Quinientos, no llegan a borrar del todo la sombra que proyecta la lengua latina sobre la nuestra. Y nos referimos a la que se alarga más allá de la que se supone por tratarse de una lengua románica. A ella nos referiremos, según lo que se desprende de la variación que sufren determinados términos en relación con su grafía y la forma de la expresión que parecen representar.
En primer lugar, veamos las representaciones fieles de la latinidad, en esta ocasión centradas en la transliteración latina de las grafías griegas φ (como ph), χ (como ch) y θ (como th). Son casos como los de amphiscio; amphitrios; antichtón; calathoydes; chasma; cosmographía; cosmográphico; cosmógrapho; chrónicamente; chrónico; epheméridas; ephemérides; esphera, exphera, sphaera, sphera; aethéreo, ethéreo; emispherio, hemispherio; y planispherio. Sin embargo, junto a estas formas fielmente apegadas al étimo, existen acciones gráficas emprendidas por estos mismos autores que parecen pretender superar al mismo Quintiliano en latinidad. Llama la atención cómo, en su apego al latín, los tratadistas del Renacimiento tratan de reponer grafías que suponen haberse perdido en el vernáculo y que, sin embargo, jamás existieron en la lengua del Lacio, al menos desde el punto de vista normativo. Sólo así puede explicarse la presencia de ciertas adaptaciones gráficas castellanas de los helenismos, las cuales se pretenden acomodar a la forma de escribirlas propia de la lengua de la que se toman, la latina, mediante el uso de una grafía que, sin embargo, nunca tuvieron. Así pues, la costumbre de escribir el helenismo metheoro (cuando el latín transliteró meteōrus) se extendió a sus compuestos metheoroscopio y metheoroscópico. Algo similar sucede con chosmographía, cuando en realidad encontramos en latín cosmŏgrāphĭa.
También han de considerarse reposiciones antietimológicas las geminaciones consonánticas que muestran las formas defferente; deffinición, diffinición, diffinitión; ecclypsar; ecclipse, ecclypse; oppaco; paralello, parallello; y paralellogramo, paralellogrammo. Sorprende también cómo las relaciones etimológicas condicionan en ocasiones la grafía de las formas castellanas, a pesar de que las latinas no reflejan esta transparencia. Por influjo de sĕptem nos encontramos septemtrión y setemptrión, así como el derivado septemtrional. También por influjo de otro numeral, octo, podría explicarse la forma octoño. Por otro lado, el registro de escençia nos hace pensar en la relación del sustantivo deverbal con las formas verbales latinas en -sc-. Asimismo, a la acostumbrada presencia de h en los arabismos –como sucede en alhidada y halhidada– se une ahora el uso del grafema con un valor ornamental, latinizante, que no figura originariamente en su étimo, aunque se pretenda parecerse realmente a él: son los casos de hexalación; hunibersal;y huntuosidad. El único caso que podría considerarse etimológico es el de hivierno, reflejo del latín hībernus. De todas maneras, con la posible excepción de los arabismos y del falso espíritu áspero del étimo proyectado en hysoperímetro ehysoperimeter, ninguno de estos usos de la h responde realmente a la representación de la aspiración.
Vocalismo
A la misma presión del latín puede decirse que se debe la conservación de su vocalismo en los términos astronómicos vernáculos. Se advierte así una pervivencia de la lengua clásica en el español del Quinientos, si bien en su escritura actual ya no se detecta. Es lo que sucede, por ejemplo, en los resultados cultos de bisextus: bisexto y bissexto; de capricornus: Capricorno; y de ponente[m]: Ponent. Más allá de esta ausencia de diptongación, son diversas las muestras de conservación del vocalismo latino. En primer lugar, en las vocales simples, como sucede en los resultados en nuestra lengua del Quinientos de las formas latinas eclipsis: eclipsi, eclypsi; immōbĭlis: inmóbile; mobĭlis: móbile, móvile; pisces: Pisces; quantĭtas: cuantidad, cuantitad; ūmĭdus: fúmido, húmido, úmido. Cabría la posibilidad de interpretar del mismo modo conservador, más que como casos de alteración del timbre de las vocales átonas, ocurrencias como las resultantes de la flexión de asconder, procedente del latín abscondĕre. Por último, en cuanto al vocalismo se refiere, hay que advertir la presencia de una serie de agrupaciones vocálicas que no dejan de ser puras convenciones gráficas, manejadas por los tratadistas no para reflejar una pronunciación diferente, pues ya monoptongaban desde el latín vulgar, sino como remembranza de la escritura de los diptongos latinos clásicos. No es de extrañar, por tanto, que se registren formas como las de aequator (de æquātor); aequinoctial (de æquĭnoctĭalis); aequinoctio (de æquĭnoctĭum); aestival (de æstīvālis); aethéreo (de æthĕrĭus); coeleste (de cœlestis); y sphaera (de sphæra).
Consonantismo
Corresponde seguir hablando del peso de la lengua latina aplicado, a partir de este momento, a la representación gráfica de su consonantismo. Los fenómenos en este orden son más numerosos. Así, dentro de las oclusivas, se puede explicar la presencia de ciertas consonantes en el vernáculo. Para el caso de la bilabial, móbile, móbil; e inmóbile. Y para la dental, essentia; essential; martial; presentialmente; solstitial; y solstitio. En relación con las sibilantes, es significativa la presencia de -s en los compuestos de -ειδής: calathoydes, calatoydes; y monoydes. Igualmente, la del adjetivo (dicotomos) y del sustantivo (microcosmos) de tema en -o. Asimismo, hay que mencionar la persistencia de s líquida en los resultados de sphæra: sfera, spera, sphaera, sphera; de statĭo:statión; y de stella: strella. Por último, el mantenimiento conservador de la -x del étimo produce resultados como los de bisextus: bisexto, bissexto y bissiexto. En lo relativo a la pervivencia de las grafías latinizantes en la reproducción vernácula de los formantes, los casos más numerosos son, con diferencia, las ocurrencias que presenta el sufijo -tiōne[m]: appropinquatión; conjuctión, conjunctión; declinatión; directión; duratión; elevatión;exalatión, exhalatión; habitatión; illuminatión; inclinatión; interpositión; lunatión; obscuratión; occultatión; opositión; oppositión; remotión; retrogradatión; revolutión; supputatión; y trepidatión.
Para la velar, augmentación; augmentador; augmentar; y prognóstico.
En cuanto a los grupos consonánticos latinos y su reflejo en el vernáculo, pueden verse los resultados que exhiben los grupos con al menos uno de sus componentes en posición implosiva: -ct- (aequinoctial, equinoctial; y aequinoctio, equinoctio); -sc- (acrescentamiento; acrescentar, acresçentar; crescencia; crescer, cresçer; crescida, cresçida; cresciente, cresçiente; crescimiento, cresçimiento; decrescer; descrescer; decrescimiento; nascer, nasçer; nascimiento, nasçimiento; y nasción, nasçión); -nct- (conjunctión; conjuncto; junctamente; junctar; juncto; puncto; punctualmente; sanctelmo); y unctuoso; o -rct- (antárctico, artárctico; y árctico). Y, para poner fin a este análisis del peso de la representación gráfica de la lengua latina en las voces pertenecientes al léxico astronómico renacentista español, abordaré un apartado especial dentro de los grupos consonánticos, como es el de las geminaciones. Así, pueden encontrarse por entre los textos vernáculos las de -cc- en occaso; occultación, occultatión; occultamente; occultar; de -ff-: effecto, effeto; de -ll-: constellación, constellaçión; illuminación, illuminatión; illuminar; parallaciaco; paralláctico; parallaxe; parallaxis; parallello, parallelo; parallelogrammo, parallelogramo; de -mm-: paralelogrammo, parallelogrammo; de -nn-: pínnula; de -pp-: applicación, applicar; appropinquatión; mappa; opponer; oppósitamente; opposición, opposiçión, oppositión, oppusición; oppressamente; oppresión, oppressión; opprimir; supputación, supputatión; y de -tt-: sagitta; Sagittario.
El avance del vernáculo
Al margen de la alargada sombra de la lengua latina, analizada en el capítulo anterior, el vernáculo como vehículo de transmisión del saber se estaba fraguando con sus formas propias. La lengua sigue su curso. Las formas no diptongadas vistas hasta ahora conviven con bisiesto, bissiesto, bissiexto;Capricornio; concurriente, conqurriente; y Poniente, Puniente.En cuanto a las vocales simples del castellano, pueden advertirse diversas alteraciones en su timbre, oscilaciones que suponen ya una separación con respecto a la lengua latina: i <e (impíreo; linia); e <i (epeciclo; merediano; segno); e <a (armile; estrolavio); e <o (prenóstico); u <o(oppusición, opusición; Puniente); o <u (pínola); y o <e (cropúsculo). Las modificaciones de estas vocales llegan a implicar incluso su desaparición, dentro de los fenómenos tradicionalmente conocidos como síncopa (anglo; rectanglo) y apócope (Levant; Ponent). Podrían confrontarse estas formas con las de almanaque y senite, con la presencia de e paragógica como muestra del proceso de adaptación de dichos arabismos a la estructura fónica de nuestra lengua. La alteración del timbre de las vocales latinas llega en el vernáculo incluso a afectar a las tónicas, aunque en muy menor medida, como se refleja en armella; y moveble. Puede comprobarse, por último, la desaparición de las convenciones gráficas latinas, con propuestas alternantes como las de æquātor: equator; de æquĭnoctĭalis: equinoccial, equinocial, equinoctial, equinoçial; de æquĭnoctĭum: equinoccio, equinocio, equinoctio, equinoçio; de æstīvālis: estival; deæthĕrĭus > etéreo, ethéreo; de cœlestis: celeste, çeleste; y de sphæra: esfera, espera, esphera, exphera, sfera, spera y sphera.
Dada la coincidencia de estos textos con la crisis del sistema fonológico del español, no es de extrañar, en el marco de las labiales sonoras, la aparición de las grafías b y v en ocurrencias antietimológicas como la b de dibisión; elebación, elebaçión; rebolución; y hunibersal, unibersal. En el otro extremo estarían las ocurrencias antietimológicas de v: alva; váculo; Valança, Valanza; vallestilla; barva; barvado; estrolavio; glovo; avitar, havitar; y nuve, muchas de ellas con carta de naturaleza dictada por la norma alfonsí. Una explicación que puede darse a estas ocurrencias antietimológicas, aparte de reflejar, casi inconscientemente, la neutralización entre la oclusiva y la fricativa producida en el plano fonológico, puede deberse a un deseo de conseguir el mayor grado posible de elaboración del vernáculo, al menos en el plano gráfico, con cierta independencia de la etimología latina. El resto de la representación gráfica de las consonantes parece girar en torno a este mismo deseo. Así, frente a la presencia de las oclusivas vistas anteriormente, nos encontramos con aumentación; aumentar; esencia; esencial; inmóvil; marcial; móvil; presencialmente; prenóstico, pronóstico; solsticial; y solsticio, solstiçio. O, en relación con las sibilantes las ocurrencias estación, estaçión; estrella; y microcosmo. Por último, las ocurrencias más frecuentes son las que manifiestan la solución vernácula para el sufijo -tiōne[m]: conjunción, conjunçión; declinación, declinaçión; dirección; duración; elebación, elebaçión, elevación, elevaçión; equación, equaçión; abitación, abitaçión, habitación, habitaçión, habytación; iluminación; inclinación, inclinaçión; interposición; lunación; oposición, opusición; remoción; retrogradación; rebolución, revolución, revoluçión; suputación; y trepidación, trepidaçión.
En las líneas que siguen vamos a profundizar en otros fenómenos propios del consonantismo vernáculo. Sin duda alguna, y como suele traslucirse en los estudios fónicos de los Siglos de Oro, los más importantes son lo que afectan al orden de las sibilantes. Existen discordancias gráficas, en primer lugar, en la representación gráfica de las alveolares, como muestra de la indistinción que las aquejaba: bisexto, bisiesto, bissexto, bissiesto, bissiexto; desigualdad, dessigualdad, desygualdad; disposición, disposiçión, dispositión, dispossición, dispossiçión, dispusición, dispusiçión; diversidad, diverssidad; divisible, divissible; dibisión, división, divissión; esalación, essalación; esencia, essencia, essentia; esencial, essencial, essential; impresión, impressión; indivisible, indivissible;yOsa, Ossa. En la representación de las antiguas africadas dentoalveolares hallamos múltiples testimonios de su confusión: alçar, alzar; ascender, aszender; Balança, Balanza, Valança, Valanza; Cáncer, Cánzer; cenic, cenit, cenith, zenic, zenich, zenid, zenit, zenith; cinta, çinta. zinta; crecer, creçer, crescer, cresçer, crezer; hélice, hélize; nacer, naçer, nascer, nasçer, nazer. Mención especial merece la confusión que refleja el trueque de miembros pertenecientes a órdenes distintos, como entre alveolares y dentales, presente en ocurrencias singulares como las de acresentar, cabesa, cavesa, naser, semisírculo, senite, sinta y sírculo. En cuanto a los casos de falta de oposición entre las sibilantes dentales y alveolares, por la cual resulta una igualación en la dental, contamos con ascención y ascencional. En cuanto al orden de las palatales, existe en general una manifestación de fenómenos sensiblemente inferior a los del resto de las sibilantes. Son los casos de abajar, abaxar; flujo, fluxo y fruxo.
A partir de los testimonios gráficos puede reconocerse la inseguridad en la representación de los fonemas en posición implosiva, lo que se evidencia en la fluctuación en las variantes cenic, cenit, cenith, zenic, zenich, zenid, zenit, zenith;. La neutralización de /-m/ y /-n/ justifica la presencia de variantes gráficas como las de complemento, conplemento; y composición, composiçión, compositión, compossición, compossiçión, compusición, conpusición, conpusiçión. En un plano estrictamente fónico, también se registra el lambdacismo, presente, por ejemplo, en alco frente a arco (o flujo, fluxo frente a fruxo, aunque no sea en posición implosiva). Y así hasta la total simplificación de los grupos consonánticos cultos en la coda silábica, de modo que, al listado de formas descritos con anterioridad, se contraponen las ocurrencias que responden a las primitivas agrupaciones consonánticas -ct-: aspeto; efeto; epata; equinocial, equinoçial; equinocio, equinoçio; -gn-: prenóstico, pronóstico; sino; -sc-: acensión; creciente, creçiente; decendir, decensión; nacimiento, naçimiento; -nct-: conjunción, conjunçión; conjunto; santelmo; -ns-: costelación, costelaçión; -pt-: eclítica, eclýtica; ecéntrico; setentrión; setentrional; -rct-: antártico; ártico; y -xc-: ecéntrico. Por último, un apartado especial dentro de la reducción de estos grupos consonánticos merecen las geminaciones simplificadas, en los casos de -cc-: ocaso; ocultamente; ocultar; a las que habría que unir ocidental y ocidente; -ff-: efecto, efeto; -ll-: constelación, costelación, costelaçión; iluminación; paralaxe, paralaxis; paralelo; -mm-: paralelogramo; -nn-: pínola, pínula; -pp-: aplicación; aplicar; mapa; oponer; oposición, opositión, opusición; suputación; y -tt-: sagita; y Sagitario, Sagitarius.
Préstamos frente a neologismos
Los astrónomos del Renacimiento acudieron directamente a los préstamos, ya existentes, del latín y del griego para las designaciones de las realidades científicas. Y es que, a decir verdad, dichos préstamos suponen el principal componente del léxico astronómico renacentista español. El Renacimiento supone, además, la culminación de la tarea, emprendida por el Rey Sabio, de dotar al castellano de la capacidad de ser instrumento de comunicación del saber científico, y no sólo el astronómico, lo que obligó, aunque en menor medida que los préstamos, a acuñar nuevos términos, a raíz de los nuevos descubrimentos logrados por medio de la experimentación; pero también por el deseo humanista de favorecer la difusión de su conocimiento, si bien hubo autores que se resistieron a aparcar el latín como vehículo de comunicación del saber científico. Su argumentación se basaba, en primer lugar, en el hecho de que el latín fuera una lengua universal, frente al localismo de los vernáculos. A continuación, el latín ya había recorrido el camino de creación terminológica, tarea que aún le quedaba por hacer a las lenguas romances. Es por ello por lo que la lengua del Lacio mantuvo durante todo el Quinientos una posición privilegiada en el ámbito de la edición y enseñanza de las ciencias. Aun así, hubo tratadistas que decidieron apostar por la lengua romance, para lo cual tuvieron que acometer la dura empresa de acuñar los términos necesarios. Y, para ello, optaron por varios procedimientos. Para resolver las dificultades de diversa índole que se les presentaron, cada autor recurría a la solución que le parecía más conveniente. En relación con este juego de fuerzas se podrían interpretar los resultados a que hemos llegado en nuestra investigación: el peso de la lengua del Lacio motivó la presencia en español, por primera vez en el Quinientos, de préstamos tomados de aquella. Pero, por otro lado, el desarrollo de medios lingüísticos propios propició la formación, dentro del vernáculo, de neologismos.
Consideramos tener pruebas suficientes como para considerar las siguientes voces neologismos o préstamos de otras lenguas cuya aparición, por primera vez en español, se produce en el Quinientos: acimutal, apogeo, asterismo, casma, computista, descrecencia, deseclipsarse, dicótomo, dígito, halón, intermestrua, meteoro (adj.), monoide, obscuración, panselinos, paralaciaco, paraláctico, paralaje, perigeo, planisferio, tardacurso y totilunio. Como neologismos por sufijación nos encontramos, en primer lugar, acimutal y paralaciaco; por sufijación, deseclipsarse; y, por composición, planisferio, tardacurso y totilunio. En cuanto a los préstamos, nos encontramos, procedentes del griego: apogeo, asterismo, dicótomo, halón, meteoro (adj.), monoide, panselinos, paralaciaco, paralácticoy perigeo; y del latín: casma, computista, descrecencia, dígito, intermestrua y oscuración. Dentro de los veintidós términos los sustantivos constituyen una amplia mayoría. El resto de las categorías gramaticales representadas son, en orden decreciente, la adjetival y, finalmente, la verbal. Si puede considerarse como representativa esta cala en la neología y en las primeras ocurrencias de varios préstamos en nuestra lengua, habría que decir, en primer lugar, que con ella se manifiesta la tendencia, ya revisada por los investigadores, a la introducción y adaptación de los términos al español, especialmente los griegos y los latinos, en esta labor de transmisión del conocimiento astronómico y cosmográfico en el Renacimiento. Y es que son seis los términos surgidos de la aplicación de los mecanismos habituales de creación neológica (sufijación, prefijación y composición); frente a los dieciséis préstamos procedentes bien del griego, bien del griego a través del latín. Conviene tener en cuenta que varios de los textos de donde han sido extraídas las voces son traducciones al español de tratados clásicos, o compendios del saber astronómico y cosmográfico según el saber transmitido, por lo que no es extraño que aparezcan estas adaptaciones de los préstamos de su lengua a la nuestra.
Existe además un conjunto de neologismos que surgen como resultado de la productividad de un conjunto de formantes cuyo ámbito de actuación morfológica se sitúa ya dentro del vernáculo, aunque hayan surgido en un estado anterior de la lengua del Renacimiento: altor, anchura, astrológicamente, cósmicamente, crepusculino, crónicamente, ecuatorio, horologial, inhabitado, largura, lucero, movedor, naturaleza, occidentalidad y orientalidad. Así puede verificarse el uso de la derivación, ya dentro del vernáculo, como procedimiento, si bien no exclusivo, para la formación de los términos, dentro de la amplia capacidad de recursos afijales característica del español. No obstante, todos los componentes de estas formaciones, tanto las bases como los morfemas, hunden sus raíces especialmente en el latín, pues, en el caso del griego, la del Lacio actúa siempre como lengua puente. Aun así no puede verificarse la condición de formaciones propias del vernáculo español para estos términos, pues sería legítimo suponer que las mismas, si no son préstamos de las lenguas clásicas, al menos sí podrían serlo de otras lenguas, que se pudieron haber aprovechado previamente, como lo pudo haber hecho también el español, de los recursos que ofrecían las lenguas clásicas, especialmente el latín. Es decir, se trataría de ver si la creación de estos términos responde a un fenómeno de poligénesis –al producirse una confluencia en su formación dentro del dominio románico– o si, por el contrario, de monogénesis, bien dentro del español, bien tomado como préstamo de otra lengua. En cuanto a los morfemas que permiten generar las formaciones, se puede comprobar de nuevo la productividad, en orden cuantitativo, de los nominalizadores; y, a continuación, de los adjetivadores, los adverbializadores y, por último, los verbalizadores. El análisis, por tanto, permite atestiguar la tendencia al predominio de las creaciones mediante la incorporación de sufijos, más que prefijos; y, de las mismas, son las nominales las mayoritarias.
Por lo demás, nos vamos a encontrar, dentro del léxico astronómico del Renacimiento español, y por lo que al plano morfológico se refiere: (1) familias léxicas especializadas: asterismo, astro, astrolabio, astrología, astrológico, astrólogo, astrológicamente, astronomía, astronómico, astrónomo; cósmicamente, cósmico, cosmografía, cosmímetra, cosmográfico, cosmógrafo, macrocosmo, microcosmo, microcosmos; interlunio, luna, lunación, lunar, lunario, novilunio, panselinos, plenilunio, totilunio; (2) subcategorizaciones gramaticales, entre las cuales destacan los usos nominales y adjetivales de términos como coluro, empíreo, equinoccial, meridiano y meteoro; (3) fluctuaciones de género, entre las que destacan el equinoccial y el paralaje, frente a la equinoccial y la paralaje; (4) fluctuaciones de tendencias en la lexicalización, donde quizás la más señalada sea la de quinta esencia y quintaesencia; (5) a los derivados que ya comentamos hay que unir ahora el registro de compuestos y parasintéticos: abajar, ajuntamiento, allegamiento, alumbrar, amenguar, atapar, ayuntamiento, ayuntar, encubrir, excéntrico, hemisferio, medianoche, mediodía, novilunio, plenilunio, santelmo, tardacurso y totilunio; y (6) en cuanto a la fraseología, las construcciones más frecuentes en el léxico astronómico del Renacimiento español son las locuciones nominales compuestas por sustantivo más adjetivo, como, por ejemplo, las formadas por el sustantivo planeta: planeta combusto, planeta directo, planeta errático, planeta estacionario, planeta inferior, planeta ligero, planeta matutino, planeta occidental, planeta opreso, planeta oriental, planeta plateado, planeta retrógrado, planeta superior, planeta tardo, planeta veloz, planeta vespertino; y, por último, le siguen las locuciones formadas por la estructura sustantivo + de + artículo + sustantivo: altura del polo, apartamiento de la equinoccial, apartamiento de la línea, arco de la noche, arco del día, argumento de la latitud, cabeza del dragón, camino del sol, cielo de las estrellas, círculo del hemisferio, círculo del mediodía, cola del dragón, diferencia de la anchura, espaldas del astrolabio, etc.
Semántica
En el último de los niveles de análisis lingüístico tradicionales, hay que decir que se producen adscripciones de una misma unidad léxica a varios campos nocionales, e incluso a varias disciplinas. Este hecho se justifica porque los términos pertenecen más bien a disciplinas afines a la astronomía, de manera tal que se pueden considerar tan sólo como parcialmente relacionados con ella. Son términos que entran de lleno dentro del dominio de la filosofía natural (calidad, cualidad, elementado, elemento, esencia, fuego elemental, mixto, movedor, natura, naturaleza, terrestridad…), la geometría (círculo, esfera, globo, línea…), la mensuración (altitud, altor, anchura, largura, latitud, longitud…) o la cosmografía (apartamiento de la equinoccial, habitación, inhabitado, meridiano, paralelo, plaga, planisferio, polo, trópico, zona…), por citar los casos más relevantes. De todas maneras, son todas ellas unidades léxicas que se registran en textos astronómicos renacentistas, e incluso muchas de ellas tuvieron alguna vez una acepción propia de este saber, al menos en el estado sincrónico de la lengua que ha sido objeto de atención. En esta situación se encuentran, principalmente, casma, computista, descrecencia, dígito u obscuración. Sucede además que muchos de los términos analizados han pasado a otros usos técnicos (como dicótomo y monoide), o a la lengua común. Los casos más evidentes son los de apogeo, pronóstico o revolución. El resto conserva el uso propiamente astronómico, con distinta suerte en el transcurrir del tiempo.
Los campos semánticos o clases conceptuales que de manera primordial se pueden establecer en esta parcela de conocimento aluden a elementos y sustancias (como agua, aire, fuego y tierra); a procesos y operaciones (alumbrar, deseclipsar, eclipsar, habitar, oponer y salir); así como sus resultados (descensión, disminución de lumbre, iluminación, llena de la Luna, nacimiento, orto, ponimiento y puesta); propiedades o cualidades (cálido, caliente, frío, húmedo y seco); instrumentos, sus piezas o partes (alidada, aránea, armilla, astrolabio, anillo astronómico, báculo, ballestilla, cuadrángulo, cuadrante, ecuatorio, escuadra, espejo cosmográfico, instrumento de sombras, limbo, línea fiducie, mediclinio, meteoroscopio, orilla, ostensor, pínula, radio y red). Entre las unidades léxicas se pueden establecer relaciones tanto de sinonimia como de antonimia. Entre las primeras nos encontramos, por ejemplo, las denominaciones del perigeo como opuesto del auge, opósito del auge y perigeo. Al trópico de Cáncer se le demonina en los textos como círculo de Cancro, círculo del solsticio estival, trópico de Cáncer, trópico de Cancro, trópico del solsticio del estío, trópico estival y trópico solsticial. Y al orto matutino, nacimiento mundano, orto cósmico, orto cotidiano, orto matutino, orto mundano, orto principal y orto propio. Veamos, por último, la relación de antonimia que se establecen entre estas denominaciones y las de círculo brumal, círculo de Capricornio, círculo del solsticio hiemal, paralelo del solsticio hiemal, trópico de Capricornio, trópico del solsticio del invierno y trópico hiemal.
Conclusión
La utilidad del «Corpus de la Ciencia y la Técnica del Renacimiento» ha demostrado, por todo lo visto, ser excelente para el análisis del léxico astronómico del Quinientos, para la localización de neologismos léxicos y primeras ocurrencias de préstamos en nuestra lengua, al menos en el ámbito que nos ha ocupado. Eso sí, en todo momento hemos entendido este tipo de averiguaciones como parte de un conjunto de acciones, más o menos colectivas, tendentes a conocer, cada vez mejor, la historia de nuestro léxico. Al respecto, hay que decir también que los neologismos surgidos en el Siglo de Oro apuntan ya a las características propias del español moderno, de manera que nuestra lengua se estaba preparando, de manera paulatina, para satisfacer las necesidades terminológicas motivadas por las nuevas realidades descubiertas. Especialmente significativos son los casos de occidentalidad y orientalidad, donde se observa el triunfo del alomorfo -idad frente a -edad, dentro de la productividad del sufijo -dad; o la presencia de un sufijo como -ura, en los derivados anchura y largura, que desplaza paulatinamente a -or en la creación de sustantivos deadjetivales; así como los casos de las formaciones adverbiales en -mente, sin la vacilación gráfica de escribir el sufijo separado de la base. Por eso no es de extrañar que, a pesar del carácter de traducción de muchos de los textos en que aparecen estas formaciones, sin embargo la pretensión de los traductores por hacer del vernáculo un vehículo de creación terminológica permitió creaciones como las aquí analizadas, más allá de recurrir al simple préstamo o la perífrasis descriptiva. Aun así, será el préstamo el principal instrumento de dotación terminológica, al menos para la época que aquí ha sido considerada.