Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento

LA INDUSTRIA TEXTIL Y LA SASTRERÍA EN LA ÉPOCA RENACENTISTA: INTRODUCCIÓN


Marta Sánchez Orense

1. La relevancia de la vestimenta española del siglo XVI y su relación con la ciencia y la técnica modernas

El Renacimiento, con su exaltación del individualismo y su amor por la magnificencia, concedió al vestido una especial importancia. En la Edad Media, pese a algunas peculiaridades características de determinados países, había existido un traje común a todo el Occidente. Es, por tanto, en el siglo XV cuando se inicia un proceso de diversificación que culmina en el siglo XVI. Paralelamente a este fenómeno se produjo otro en sentido inverso. Las modas creadas en un país pasaban a otros, de manera que los intercambios en el terreno de la moda fueron continuos. Dentro de estas coordenadas se produjeron algunas influencias dominantes, y, precisamente, “el siglo XVI es el gran siglo español y lo es también en el traje, que nuestro país impone a todas las cortes europeas”1 (Albizua Huarte 20059: 286). No obstante, pese a ser la más importante en el panorama europeo, la vestimenta española también se vio influida por algunas modas extranjeras debido, sobre todo, a la intervención de la monarquía2, lo que implica la entrada en el español de numerosos préstamos lingüísticos. Aun con todo, se debe tener presente que las influencias extranjeras se dieron más bien en el traje masculino, ya que el femenino tenía un carácter más nacional. De hecho, las dos prendas españolas que más repercusión tendrán en el panorama internacional son femeninas: el verdugado y los chapines.

Por tanto, de los períodos españoles que pueden ser objeto de estudio con respecto a la temática de la moda, el más importante e interesante parece ser el siglo XVI. Sin embargo, no es éste el único aspecto importante del momento, puesto que una sucesión de acontecimientos en el devenir histórico va a conducir a los inicios de la ciencia moderna, lo que supone el desmarque de las grandes concepciones científicas medievales, además de una defensa en el uso de la lengua castellana como vehículo de divulgación científica, frente a la lengua académica por antonomasia, es decir, la latina3. Estos cambios operados en la sociedad renacentista van a afectar profundamente a la cultura y al hombre. Decisivos resultarán asuntos tan destacados como la invención de la imprenta, los viajes y los descubrimientos geográficos, el afianzamiento del Estado moderno, etc. Asistimos, pues, al triunfo en esta centuria de toda una gama de saberes aplicados como la Náutica, Ingeniería naval y militar, Cartografía, Matemáticas, Geografía, Cosmografía, Artillería, etc. Algunos de estos saberes aplicados están íntimamente relacionados con la industria textil y con la sastrería e influyen en su evolución.

En concreto, gracias al avance en este momento de la Náutica y la Ingeniería naval el comercio exterior alcanzó un gran desarrollo. Una muestra de ello la constituye la creación de la ruta del comercio, que aportará inmensos beneficios a la economía del país. Una de las mercancías comercializadas con prioridad corresponde a los tejidos, sobre todo, lanas, sedas y lino. Normalmente los castellanos exportaban las materias primas básicas, especialmente lana merina, y, como contrapartida, recibían el producto ya elaborado: paños y telas4.

La singular relevancia de la vestimenta se manifiesta en otros ámbitos, como el jurídico. Acostumbrados a un alto nivel de vida, los artesanos gastaban en ropas y aderezos gran parte de sus salarios. En este sentido, puede afirmarse que el vestido pasa a convertirse en expresión de rango social y prestigio personal, coincidiendo con la exaltación del individualismo tan característica de la época renacentista. Todos, incluso los menos pudientes, cuidan de su vestido y se esfuerzan por cubrirse de seda, lo que conlleva, entre otras cosas, la promulgación de las denominadas leyes suntuarias.

Por otro lado, un excelente testimonio de la incorporación de los saberes matemáticos a una práctica artesanal lo constituye una de las obras de nuestro corpus, el Libro de Geometría prática y traça, el qual trata de lo tocante al oficio de sastre de Juan de Alcega (1589), una obra en la que se aplica la geometría a la sastrería. La confección de vestidos existía desde tiempo atrás, pero es ahora cuando experimenta su apogeo, gracias al establecimiento de unos patrones que los sastres debían aprender y a la mejora de las técnicas de producción. No es ésta una publicación ocasional, sino que fue reeditada en varias ocasiones y sirvió de modelo a otras posteriores5.


1.1 Juan de Alcega y la modernización del oficio sartorial

Juan de Alcega, autor del primer libro español con patrones de trajes, admite en el prólogo de su obra:

(...) quando comencé este libro tenía ánimo para escrevir muy largamente en lo tocante a este oficio, mas quando consideré la mucha costa y varios moldes que eran menester, acorté el camino y compuse esta obrezilla, intitulada De Geometría y traça, porque de cada una d’estas y otras artes pongo solamente lo que me pareció ser más necessario para este oficio. Aunque fueron tantas las contradiciones y pleytos que tuve en el Real Consejo sobre la impressión d’este libro, que de mohíno y cansado muchas vezes le quise dexar de sacar a la luz. Y acordándome que muchas cosas que ha avido buenas y provechosas para la república han tenido grandes contradiciones (como lo ha tenido esta mi obra) y, por tanto, me he dispuesto con más ánimo a sacarlo en limpio (Libro de Geometría prática y traça, fol. IIIv).

Es decir, antes de la publicación del Libro de Geometría prática y traça, la transmisión de este oficio no se asentaba sobre principios científicos firmes, sino que lo que imperaba era un criterio artesanal, pues se empleaban patrones en sucio que solían ser confusos y bien distintos de unos talleres a otros. Además, cada maestro imponía su propio método de enseñanza que guardaba celosamente6. Por tanto, hasta Juan de Alcega los maestros sastres se habían mostrado contrarios a la divulgación de los secretos técnicos y a la organización y homogeneización del oficio sartorial. Por todos estos motivos, el autor del primer libro de sastrería español fue duramente criticado, lo que él mismo denuncia en el prólogo de su obra.

Juan de Alcega no merece nuestro agradecimiento únicamente por ayudar en el ascenso de la sastrería al estatus de técnica metódica, sino también por difundir la ya de por sí conocida e importante moda española de esta centuria7. Asimismo, los tratados de sastrería van a contribuir también a la mejora de la enseñanza y del aprendizaje en el oficio sartorial, pues servirán de referencia a los candidatos que se examinen con el fin de obtener el nivel superior en la corporación gremial.

En resumen, la impronta de la cultura renacentista hacía necesario el orden y una estandarización en la producción, por lo que es en estos momentos cuando la confección de vestidos experimenta una regulación gracias, sobre todo, a la aplicación de los saberes geométricos.

1.2 La legislación

Los estudiosos de la indumentaria señalan el arte como una de las fuentes principales en el estudio de los hábitos vestimentarios de siglos pasados8. También la literatura posee una gran trascendencia en el descubrimiento de los trajes antiguos puesto que nos revela el nombre de las prendas, presenta las ventajas y desventajas del uso de las mismas, de su coste, características, etc. Y, como ya hemos expuesto, a partir del último tercio del siglo XVI resultan de vital importancia los libros de sastrería, pues proporcionan innumerables detalles sobre el corte y las formas de las prendas. Y, aunque tradicionalmente no se ha tenido en cuenta, la legislación es, asimismo, un recurso muy eficaz en este tipo de investigaciones y más en un siglo como el XVI, en el que, debido al gusto por el refinamiento y el lujo, proliferaron las llamadas leyes suntuarias9.

Siguiendo la clasificación de Carmen Bernis (1962), pueden establecerse, para el siglo XVI, varios grupos, según su modo de vestir:

  • Los miembros de la realeza. Debido a su posición y poder, eran quienes dictaban la moda. Debemos destacar sus lujosos vestidos, así com align="justify"o sus variados complementos y adornos.
  • Alta nobleza. Estrato al que pertenecen los Grandes de España y los nobles, que muestran una forma de vestir casi tan fastuosa y recargada com align="justify"o la de los reyes. Incluimos también en este apartado a las numerosas personas cuyos trajes desvelan una riqueza semejante a la de sus señores: esc align="justify"uderos, lacayos, mozos de espuelas y pajes.
  • Caballeros, hidalgos y burgueses acomodados que no ejercían un trabajo manual. Todos estos atendían con especial cuidado a su indumentaria. A e align="justify"ste grupo pertenecían también los mercaderes que habían obtenido un cierto prestigio.
  • Letrados o gentes de ropa larga. Contaban con una peculiar manera de vestirse, esto es, sus ropas solían ser talares y holgadas.
  • Artesanos, obreros y labradores. Vestían prendas bastante austeras, pues los continuos cambios de la moda apenas les afectaban.
  • Minorías religiosas y sociales. Destaca aquí la comunidad morisca puesto que, en muchos casos, conservaron los hábitos árabes en el vestir.

A pesar de las evidentes diferencias vestimentarias de unos estamentos a otros, los límites tendían a difuminarse con bastante asiduidad. Es decir, en una época como el siglo XVI en la que se concede a la indumentaria una importancia capital, no resultan sorprendentes los constantes intentos de las distintas clases sociales por vestir conforme a las tendencias de los estratos más elevados. Por ejemplo, los hábitos vestimentarios de la nobleza eran prácticamente iguales a los de la realeza, lo que implica una línea divisoria poco perceptible10. Por otro lado, en el presupuesto de los caballeros, de los hidalgos y de los burgueses, “los vestidos representaban el capítulo más costoso” (Bernis 1962: 9). Y, gracias a los ingresos que les proporcionaban sus trabajos, muchos artesanos conseguían imitar la vestimenta de las clases sociales más altas, lo que impulsa a escribir a Torquemada en 155311: “Y de lo que a mí me toma gana de reír es de ver que los oficiales y los hombres comunes andan tan aderezados y puestos en orden que no se diferencian en el hábito de los caballeros y los poderosos”. Pero incluso las personas más humildes intentaban por todos los medios adquirir ropas y adornos suntuosos, por lo que el embajador italiano Guicciardini llegó a afirmar que12 “si acaso tienen para gastar se lo echan encima y en la mula, llevando más al exterior de lo que queda en casa”.

Ante el fenómeno de mímesis que desarrollan los estratos más bajos de la sociedad, a los poderosos se les ofrecía una alternativa: o bien rechazar los elementos imitados para, así, evitar cualquier asimilación a capas sociales más bajas, o bien prohibir el uso a determinados grupos de ciertas prendas y guarniciones. Esta segunda posibilidad dio lugar a la promulgación de las famosas leyes suntuarias, las cuales tenían una doble finalidad. Por un lado, contener los gastos excesivos que hacían las gentes para vestirse, y, por otro, establecer diferencias, según las categorías sociales, en la riqueza de los trajes que se usaban.

Sin embargo, pese a la severidad de las penas impuestas —las más duras fueron destierro por cinco años y condena perpetua a galeras—, las premáticas no eran obedecidas. De hecho, fue tal la ineficacia de estas leyes, que “podemos saber lo que comúnmente se usaba por lo que se prohibía” (Bernis 1978: 57). Todo fue, entonces, en vano, ya que la afición por los lujosos atavíos fue más fuerte que la ley. A lo largo del período estudiado se sucedieron, por tanto, leyes suntuarias para intentar, por este procedimiento, solucionar definitivamente lo que se consideraban tan grandes perjuicios. Por ejemplo, el siguiente fragmento perteneciente a un texto de nuestro corpus reconoce el incumplimiento de lo establecido por premáticas anteriores:

Porque somos informados de la gran desorden que ay en estos nuestros reynos en los atavíos y ropas, dezimos que, en lo que toca a los dorados, y plateados, y bordados, y brocados, y telas de oro y de plata, e hilos tirados y labrados, mandamos que se guarden las premáticas de estos reynos hasta aquí hechas (Repertorio de todas las premáticas y capítulos de Cortes, fol. XXXIXv)

Este tipo de legislación prohibe el empleo de los tejidos más vistosos y de los adornos más recargados. De hecho, las premáticas llegaron incluso a vetar el uso de sedas a nobles y personas de título. Es decir, según lo estipulado por ellas, sólo podían vestir ropas de lujo los miembros de la realeza:

Los que tovieren y mantovieren cavallo, ellos y sus hijos que fueren de edad de catorze años arriba pueden traer jubones, y caperuças, y bolsas, y ribetes, y pestañas de seda de qualquier color que quisieren, con tanto que en una ropa no traygan más de un ribete, y que no aya en los dichos ribetes y pestañas más de un dedo pulgar de anchura, y que no se traygan en las anchuras. Ansimesmo, puedan traer vecas de tercenel y tafetán, y papahígos de camino enforrados en el mesmo tercenel o tafetán (...). Y las mugeres de los que continuamente tovieren y mantovieren cavallo y sus hijas, siendo donzellas, puedan traer gonetes y cosetes y faxas de dos varas de largo de seda, y no más, y lo vestir y mudar quando quisieren. Y, allende d’esto, no puedan traer más de una ropa, qual quisieren, con tanto que juntamente no vistan más de una, ni les pongan tiras, ni trepas de seda ni de brocado, (…) (Repertorio universal de todas las leyes d’estos reynos de Castilla, fol. CCCIIIv).

Por otro lado, además de desempeñar un papel esencial en el reconocimiento de hábitos vestimentarios del pasado, la legislación resulta también fundamental para conocer el funcionamiento y la organización de la antigua industria textil castellana. Es decir, coincidiendo con la importancia que el Renacimiento reconoce al traje, asistimos a la proliferación de textos que regulan los procesos de confección de telas, bonetes, sombreros y demás tocados. Se trata de una serie de premáticas para que los cardadores, boneteros, tintoreros, tejedores, tundidores, pelaires y otros profesionales, cuya actividad tiene que ver con la indumentaria, realicen de modo correcto su trabajo.

2. Los campos léxicos de la industria textil y de la sastrería renacentistas

Podemos afirmar que el léxico estudiado es extraordinariamente rico y que engloba campos léxicos de lo más variados.

Por ejemplo, el campo de las telas y pieles, esto es, el de los soportes materiales utilizados en la fabricación de los diversos artículos vestimentarios es uno de los más nutridos junto con el formado por el conjunto de prendas de vestir, tocados, adornos y calzado vigentes en el dieciséis.

Registramos los siguientes tipos de telas según la materia textil empleada:

TELAS
algodón algodón2
cáñamo cañamazo2, cáñamo2
lana anascote, bayeta, bernia, carisea, contray, cordellate, escarlatín, estameña, fieltro113, frisa, grana2, guirnalda2, lana3,mezcla14, palmilla, paño1, paño berbí, paño de Florencia, paño de Londres, paño de Perpiñán, paño de Segovia, paño de Valencia, paño frisado, paño mezclado, paño pardillo, picote15, raja, raja de Florencia, ruán2, saya1, trapo1, velarte.
lino lino2
seda brocadete, brocado, carmesí, damasco, raso, seda2, sirgo, tafetán, tercenel, terciopelo, zarzahán.
varias fibras textiles16 anjeo, bocací, burato, camelote, estopa2, fustán, holán, holanda, holandilla, irlanda, jerga17, lienzo, púrpura218, ruán1, sarga.

Recogemos, asimismo, algunos casos especiales. Por un lado, términos que designan trozos o pedazos de tela provenientes de una pieza mayor y, por otro, vocablos referentes a conjuntos de tejidos. Al primer grupo se adscriben cinta, faja, lista, listón, retal, retazo y tira, mientras que lencería y retacería pertenecen al segundo.

Aportamos, además, una serie de adjetivos que indican, al añadirse al sustantivo paño o a aquéllos que designan otros tipos de lanas, el número de centenares de hilos que éstos poseen en su urdimbre: catorceno, dieciocheno, dieciseiseno o seceno, doceno, treintaiseseno, treinteno, veinteno, veinticuatreno, veintidoseno y veintiseiseno. De todas formas, esos adjetivos pueden sustantivarse e indicar, así, la misma tela portadora de ese conjunto de hilos. En la centuria que nos ocupa, esta característica determinaba decisivamente la calidad de los paños y demás tejidos de lana.

Según los datos extraídos de nuestros textos, los cueros o pieles empleados en la época renacentista son: armiño, badana, cabrito, cordobán, gris, guadamecí, marta, marta cebellina, peña y venado. Y, como términos que designan conjuntos de cueros o pieles, citamos corambre, pellejería y salvajina19.

Por otro lado, señalamos como trajes de moda en el siglo XVI los siguientes: albornoz, balandrán, basquiña, bohemio, calzas, camisa, camiseta, capa, capa de agua~capote~fieltro2, coleto, cos, cota, cuerpo2, faldellín~manteo2, gonete, hábito2, herreruelo, jubón, loba, manteo1, manto, mantillo, marlota, monjil, muceta, naguas, ropa2, ropa española para levantar o de levantar, ropa turca para levantar o de levantar, ropilla, saya1, saya2, saya entera, sayuelo1, sayo, sotana, tudesco, verdugado y zamarro. Por su parte, tocados típicos de esa época son: birrete~bonete2, bonete1, caperuza2, capilla~cogulla, capirote, gorra, guirnalda2, papahígo, sombrero, toca, toquilla y velo. Indicamos, asimismo, los nombres de los calzados empleados en esa centuria: alpargata, alcorque, borceguí, bota, botín, chapín, chinela, pantuflo, zapato y zueco. Finalmente, entre los adornos y complementos que hemos hallado en nuestros textos se encuentran: abanillo, alamar, almenilla, beca~chía, bordado2~bordadura, borla, botón, brahón, cairel, cinto, colchado, cordón, cortapisa, cuerda, faldillas, franja, guante, lisonja, ojal, pasamano, pestaña, pliegue, rapacejo, recamado~recamo, ribete, tejillo, trena~trenza y trepa~trepado2.

Además de todas estas guarniciones, en el Quinientos se puso también de moda una práctica consistente en hacer pequeñas aberturas, como cuchilladas, en vestidos, mangas, etc. Los trajes así guarnecidos recibieron la calificación de acuchillados, mientras que los repulgados eran los que contaban con un doblez o enrollamiento en el borde, labor realizada habitualmente por sastres. Asimismo, incluimos en nuestro trabajo el término atorcelar que, según el Diccionario Histórico, significa adornar con cordoncillo o torzal.

Muchos de los elementos mencionados, además de adornar, cumplían una determinada funcionalidad. Por ejemplo, botones y ojales se empleaban, como ahora, para abrochar los trajes, en tanto que los cintos, cuerdas y cordones servían para atar y ceñir los vestidos al talle. Como un elemento funcional y embellecedor destaca, especialmente, el alamar, ya que constituye un detalle de origen turco empleado, a partir de la quinta década del dieciséis, para prender los vestidos.

Otra área léxica profusa es la constituida por los numerosos profesionales dedicados, por un lado, al sector textil y, por otro, a la confección y adorno de vestiduras y complementos: abridor de cuellos, adobador, apuntador, arcador, astillero, batanero~pelaire2~pilatero, bonetero, bordador, calcetero, chapinero, guadamacilero, guarnicionero, hilandero, jubetero, lencero, peinador, pelaire1, pellejero, picotero, ropavejero, ropero, sastre, sedero, sombrerero, tejedor, tintorero, tirador~pelaire3, tornero, trapero, tundidor, vellutero, zapatero y zurrador. Puede subrayarse, a la vista de este conjunto, la creciente especialización en el trabajo de ambos sectores, lo que refleja un sistema laboral semejante al actual20.

El siguiente campo engloba las actividades y recursos necesarios en el proceso de producción de telas: apartar, apuntar1, arcar, batanar, cardar, carduzar, desborrar, desbruar, descolar, emborrizar, enfurtir, peinar, tejer, tirar, tundir y urdir, por citar sólo algunos ejemplos. Debemos advertir que dentro de este conjunto se incluyen también los utensilios y máquinas imprescindibles en la industria textil (como astilla, batán, carda, carduza, huso, lanzadera, palmar, peine, etc.), así como las variadas sustancias colorantes y fijadoras o mordientes21 empleadas en el teñido de los paños (como agalla, añil, aulaga, brasil, ferrete, molada, rubia, torvisco, zumaque, etc.).

Las voces técnicas relativas a la confección de trajes constituyen otro campo semántico importante (por ejemplo, apuntar2, cabecear, cama, cuchillo, desapuntar, encerar, fruncir, galante, jabón, paño3, pespuntar y tranzar), mientras que áreas léxicas menos numerosas son, por un lado, la de los términos que designan partes de prendas de vestir (como bocamanga, collar, costado, cuerpo1, espaldilla, falda1, pecho y trasera) y, por otro, la que recoge defectos o propiedades atribuibles a los tejidos existentes en la época renacentista (acanillado, barra, canilla, codena, escarabajo, raza y razado, por citar unos pocos casos).

A la vista de los abundantes campos léxicos implicados en este trabajo, creemos haber demostrado la relevancia de los estudios sobre indumentaria renacentista española, frente a la concepción generalizada de que los hábitos vestimentarios y la moda vigente en un país determinado y en una época concreta suponen una cuestión irrelevante y trivial. Es más, si se tiene en cuenta que un sistema de vestuario generalmente responde a una triple funcionalidad, esto es, sirve para proteger de los rigores del clima, para embellecer a la persona que lo lleva y para indicar la posición social y económica, es más fácil apreciar que son muchas las parcelas implicadas en el fenómeno de la moda y que, por tanto, el estudio de este ámbito implica superar un número de problemas considerable, más de los que en un principio se podría pensar.

3. Obras y autores más significativos

Para la elaboración de este estudio hemos partido del total de los 74 textos que conforman el corpus del proyecto El Diccionario de la Ciencia y de la Técnica en el Renacimiento, dirigido por la Doctora María Jesús Mancho Duque. Ahora bien, como cabía esperar, los libros legislativos y comerciales son los que mayor información ofrecen sobre la vestimenta del siglo XVI. En esta área ocupa un lugar destacado la obra Ordenanças sobre el obraje de los paños, lanas, bonetes y sombreros, nuevamente hechas (1527), que muestra la fuerte especialización existente en los oficios pertenecientes al sector textil y en las tareas implicadas en la confección de los paños —las telas más apreciadas en el siglo estudiado—. Asimismo, nos han resultado de gran utilidad las Leyes, ordenanças, premáticas y declaraciones de las ordenanças antiguas que hablan del obrage de las lanas e paños (1538), texto que rectifica algunas de las normas establecidas en el año 1527 sobre la fabricación de paños. Por consiguiente, dicha obra de 1538 se inserta en una tradición legislativa de rectificación surgida tras el fracaso de las Primeras Ordenanzas Generales de Sevilla. Destacan también otros dos textos legislativos en los que aparecen recopiladas las leyes suntuarias que fueron promulgadas en Castilla a lo largo de varios años: Repertorio de todas las premáticas y capítulos de Cortes (1523-1551) de Andrés Martínez de Burgos y Repertorio universal de todas las leyes d’estos reynos de Castilla de Hugo de Celso.

Por otro lado, además de las leyes, han resultado también fundamentales las matemáticas, al ser España uno de los primeros países en emplear la disciplina geométrica en la sastrería. Fue el guipuzcoano Juan de Alcega quien hizo posible esta aplicación con la publicación de su obra Libro de Geometría prática y traça, el qual trata de lo tocante al oficio de sastre, texto al que hemos recurrido constantemente en este estudio sobre la indumentaria del Quinientos. Gracias a Juan de Alcega, el oficio sartorial experimentó una auténtica revolución en la segunda mitad del siglo XVI.

Aunque en mucha menor medida, han resultado también reveladoras las áreas de Náutica y Arquitectura naval, además de Cosmografía y Geografía. La presencia en nuestra investigación de este tipo de obras se explica por la relevancia que van a adquirir a lo largo del siglo XVI los viajes y descubrimientos geográficos, lo que implicará la presencia, en este tipo de textos, de descripciones sobre los más variados aspectos, como pueden ser costumbres, lugares, individuos, formas de vida etc. hasta entonces desconocidos e ignorados. Asimismo, los narradores de viajes llaman nuestra atención hacia los hábitos vestimentarios existentes en esas zonas tan lejanas, los cuales suelen ser bien distintos de los vigentes en la Península Ibérica. Aportamos como caso curioso la voz nagua, término que procede de una lengua indígena americana y de la que obtenemos ocurrencias en el texto geográfico Suma de Geographía de Martín Fernández de Enciso. Las naguas eran unas faldas de tela blanca que llevaban las indias, por lo que el cronista podría haber recurrido en su descripción al uso de la voz falda explicando las diferencias existentes entre las faldas de las indias y las de las castellanas. Sin embargo, Fernández de Enciso optó por introducir este préstamo léxico, con lo cual la lengua española se vio enriquecida —según el DECH, es ésta la primera documentación de nagua—. Se trata, pues, de un préstamo lingüístico cuya entrada se debe al descubrimiento y conquista de América, tema de vital importancia en el período estudiado. Del mismo étimo proviene enagua, prenda de vestir que estará de moda en años posteriores.


4. Referencias bibliográficas

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1 “España gozaba de un gran prestigio en Europa desde finales del siglo XV tras el descubrimiento de América —que proporcionó una inmensa afluencia de metales preciosos, fuente de lujo para las costumbres y el vestir—, la expulsión de los árabes y la unificación nacional. La subida al trono de Carlos V suponía la concentración en su persona del más vasto y poderoso imperio de Occidente (...). A partir de este momento la hegemonía española en el panorama internacional trasciende al campo de la moda; y el traje hispano se va a identificar de tal manera con su poderío y prestigio que, a mediados de siglo, vestir “a la española” suponía la suprema distinción” (Albizua Huarte 20059: 317-319).

2 Por ejemplo, el matrimonio de Juana la Loca con Felipe el Hermoso había traído consigo los esplendores de la corte de Borgoña, así como la subida al trono de Carlos V implicó huellas alemanas y flamencas en nuestra indumentaria. Asimismo, al ser un siglo tan proclive al lujo y a los excesos, la población acogía con entusiasmo las nuevas formas de vestir de sus monarcas, a la vez que intentaba imitar esos trajes en los detalles más insignificantes.

3 “En los prólogos de sus obras, los autores ofrecen el testimonio vivo de sus inquietudes, bien acerca de disciplinas que estaban surgiendo pujantes y vigorosas por entonces, o bien de otras materias que ellos estaban contribuyendo a consolidar y a hacer progresar con su impagable esfuerzo. Pero, a la vez, los representantes de tal renovación científica ponen de manifiesto sus reflexiones sobre otra tarea, no menos ardua y original, como era la de plasmar esos nuevos contenidos y modelos de conocimiento en la lengua castellana o española, elevada de rango y ennoblecida gracias a su empeño” (Mancho Duque 2004: 1242). Para estos aspectos pueden consultarse también Mancho Duque (2001, 2005).

4 “A diferencia de la Corona de Aragón, la de Castilla no logró en los siglos bajomedievales poner en marcha una importante industria textil exportadora, puesto que aunque consta que en muchas ciudades se elaboraron paños, éstos sólo bastaban para atender la demanda de tejidos de baja calidad en el mercado interior, mientras que la amplia demanda de tejidos de alta y mediana calidad era cubierta con masivas importaciones de paños flamencos y de otras procedencias (...). Parece seguro que la auténtica expansión de la manufactura pañera en Castilla no se inició hasta el siglo XV, cuando se afianzaron unos pocos núcleos especializados en la producción de paños de calidad” (Diago Hernando 1998: 40). No obstante, a pesar de que a principios del XVI la mejora de la industria textil castellana era patente, Castilla seguía recibiendo del extranjero abundantes paños y telas de calidad. Además, se contaba con un sistema de exportaciones perfeccionado, debido a los avances de la Náutica, Cartografía y campos afines.

5 Las más importantes son ya del siglo XVII: Geometría y traça perteneciente al oficio de sastre de Francisco de la Rocha Burguen (1618) y Geometría y trazas pertenecientes al oficio de sastres de Martín de Andújar (1640). La influencia de Alcega es patente en estas dos obras y apreciable ya en los títulos. Para observar patrones de trajes de estas tres obras vid., especialmente, Bernis (2001).

6 cf. Puerta Escribano (1997: 123).

7 “El hecho de que el primer libro escrito sobre indumentaria, aparecido en 1540, se dedicase al traje español constituye una prueba bastante elocuente de su importancia en el contexto europeo” (Albizua Huarte 20059: 324). La fama internacional de la vestimenta española fue incrementada por ser uno de los primeros países en editar tratados en los que la geometría se aplica al quehacer del sastre. No obstante, existe un precedente para la obra de Juan de Alcega, pues en la mitad del siglo XVI un sastre milanés dibujó tanto ropa de cama, tiendas de campaña, banderas de guerra o trofeos, como indumentaria masculina de doctores y profesores, libreas al estilo alemán e indumentaria femenina (cf. Puerta Escribano 1997: 124). De todas formas, fue la obra del guipuzcoano Juan de Alcega la que alcanzó fama internacional y, por eso, muchos especialistas olvidan el antecedente milanés y proclaman el tratado de Juan de Alcega como el primero en aplicar la geometría a la sastrería.

8 Se da, igualmente, el sentido inverso, es decir, la moda tiene también un interés muy especial para la historia del arte: “En no pocos casos (los trajes) permiten fechar un cuadro con una precisión que no se puede lograr por otros medios. Pueden ayudar también a resolver atribuciones dudosas en cuanto a escuela, autor y personaje retratado, e incluso a descubrir una falsificación” (Bernis 1990: 66).

9 Sobre la importancia de la legislación en la indumentaria, vid. Díez de Revenga (2006).

10 Recuérdese, además, que en el grupo de la alta nobleza se inscriben también los distintos criados y sirvientes de estos Grandes de España.

11 Cito por Bernis (1962: 11).

12 Cito por Bernis (1962: 9).

13 Aut.: “Lana no tejida, sino unida e incorporada con la fuerza de agua caliente, lejía o goma, con que la van tupiendo y apretando”.

14 Al ser en nuestro corpus un sinónimo de paño mezclado, se trata de una tela de lana. Sin embargo, mezcla también puede aludir al ‘tejido hecho de hilos de diferentes colores’.

15 Tela fabricada no con pelo de oveja, sino con pelos de cabra.

16 En el vocabulario textil, existen nombres de tejidos que pueden fabricarse con diversas materias primas y en los que la técnica empleada y el tipo de textura es lo verdaderamente importante. Tal es el caso, por ejemplo, de sarga que designa una tela, normalmente de seda o de lana, que forma líneas diagonales. De todas formas, los tejidos que predominan dentro de este grupo son aquéllos que pueden confeccionarse con lino, cáñamo o algodón, como los lienzos denominados anjeo, holán, holanda, holandilla, etc.

17 Fue una tela de seda en su origen, sin embargo, se convirtió más tarde en una tela gruesa y tosca y, normalmente, de lana. Dados los ejemplos de los que disponemos, nos resulta imposible decidir si estamos ante una tela de lana o de seda. Por ello, la hemos incluido en el cuadro de telas fabricadas con diversos materiales textiles. No obstante, lo que sí parece desprenderse de los ejemplos es que no se habla en ellos de una tela tan tosca como la recogida por los diccionarios: “Por las quales es alterada la ley VII, título I, libro II del las Ordenanças, la qual consentía traer luto de xerga por Rey o Reyna, o por Infante heredero; e, ansimesmo, por pariente dentro del quarto grado, consentía traer luto de paño prieto por tres meses solamente” (CELPREMA 1553: fol. CCIVv).

18 DRAE: “Tela, comúnmente de lana, teñida con este tinte, que forma parte de las vestiduras propias de sumos sacerdotes, cónsules, reyes, emperadores, etc.”. Sin embargo, para Alfau de Solalinde lo normal es que la púrpura fuera, por lo menos durante la Edad Media, un tejido de seda.

19 ‘Pieles adobadas de animales salvajes’.

20 En términos de Iradiel (1974: 186), “la diversificación de las operaciones técnicas conducía en las grandes villas pañeras a una división social del trabajo cada vez mayor con un fraccionamiento de funciones sorprendente para una actividad económica medieval”.

21 “Algunos productos eran corrosivos más que colorantes propiamente dichos, es decir, preparaban el paño o la lana mediante la adición de sustancias químicas especiales para que luego pudiera adherirse mejor el color definitivo” (Iradiel 1974: 176).