Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento
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Variantes: triumpho, triunfo, triunpho.
( tomado del lat. trĭŭmphus ‘íd.’ (DECH) ).
Familia léxica: triunfador, triunfal, triunfante, triunfar.

1. sust. m.

1ª datación del corpus: Anónimo, Repertorio tiempos, 1554.
Marca diatécnica: Mil.

Definición:

En la antigua Roma, entrada solemne en la ciudad de un general vencedor con su ejército (DLE).

Ejemplo(s):

Ejemplo 1:

El mes de agosto fue llamado por Rómulo sextil, porque era el sexto mes contado dende março. Después fue llamado del nombre de Augusto César, el qual en tal mes desbarató a Marco Antonio y a Cleopatra, y en tal mes como éste entró con tres triumphos en Roma. (Anónimo, Repertorio tiempos, 1554, fol. XIIIr-XIIIv).

Ejemplo 2:

Y en tanta estima era tenido el triunfo en Grecia que no querían que el triunfador entrasse por alguna de las puertas de la ciudad; y assí, para este propósito derribavan un pedaço de muro y no lo tornavan a rehazer, dando a entender que las ciudades que tales hombres criavan no avían menester muros. (Álaba, Perfeto capitán, 1590, fol. 146v).

Ejemplo 3:

Y la licencia del triunfar estava tan limitada por los romanos que el que en una batalla no huviesse muerto cinco mil enemigos, aunque saliesse vencedor en muchas, no tenía facultad de celebrar su vitoria con triunfo; y en la averiguación d’esta cantidad se procedía con gran rigor. (Álaba, Perfeto capitán, 1590, fol. 147v).

Información enciclopédica:

Estévanez (1897): En la antigua Roma se llamaba triunfo la consagración de la victoria, la entrada triunfal del héroe o de los héroes, el galardón o premio que se les ofrecía. Al general que obtenía los honores del triunfo se le ceñía corona de laurel y entraba en carro; el que sólo era acreedor a la "ovación" entraba a pie y con corona de mirto. // Álaba, Perfeto capitán (1590: fol. 146v-148r): "El triunfo se ordenava d’esta manera, según se cuenta del de Paulo Emilio, en el qual yvan delante dozientos y cincuenta carros que llevavan despojos de batallas, colunas y colosos; tras éstos seguían otros muchos carros cargados de diversas armas que en la batalla se avían quitado; después venían tres mil hombres [...]; tras éstos se seguían los menestriles con otros varios instrumentos de música; consiguientemente yvan ciento y veynte bueyes [...]; luego se seguían cierto número de muchachos que llevavan bacías de oro y plata para recoger la sangre; tras éstos yvan los que llevavan gran cantidad de moneda de oro [...]; tras esto yva el carro de Perseo con sus armas y la diadema d’este Rey puesta sobre ellas; después venían los hijos del mesmo Perseo con sus ayos y maestros, cercados de gente que llorava; después yva Perseo con una vestidura negra y con pantuflos, a uso de su tierra, cercado de sus familiares, todos muy tristes; más atrás venían quatrocientas coronas que las ciudades de Grecia avían dado a Perseo; luego se seguía Paulo Emilio sobre un carro dorado, vestido de púrpura bordada de oro, con un ramo de laurel en la mano siniestra y un cetro de marfil en la diestra, cercado de muchas compañías de soldados que le yvan diziendo motes [...]. Puesto todo el acompañamiento en este orden, yva el triunfante al Capitolio, al templo de Júpiter Capitolino, en el qual sacrificavan alguno de los capitanes presos y, acabado este sacrificio, baxavan al palacio, donde avía gran aparato de comidas, y allí comían todos públicamente, acompañando el comer con mucho regozijo y fiesta [...]. Y la licencia del triunfar estava tan limitada por los romanos que el que en una batalla no huviesse muerto cinco mil enemigos, aunque saliesse vencedor en muchas, no tenía facultad de celebrar su vitoria con triunfo; y en la averiguación d’esta cantidad se procedía con gran rigor [...]. También fue condición necessaria, algún tiempo guardada para triunfar, que aquello que avía allanado y sujetado el vencedor fuesse adquirido de nuevo al imperio y juridición romana; y si alguna vez avía salido d’ella y en aquella batalla se avía buelto a incorporar, no tenía derecho el capitán de pedir triunfo [...]. Fuera d’esto, era necessario que el que llevando a su cargo alguna jornada venciesse, fuesse a ella teniendo dignidad de magistrado o de ditador, cónsul o pretor, porque la vitoria desacompañada de alguna d’estas dignidades no era bastante razón de triunfar [...]. También se le negava la facultad de triunfar a quien, aviendo llevado el exército a una provincia, no la dexava llana y pacífica al capitán sucessor [...]. Otra causa avía, no sólo de negar el triunfo, mas aun de no recebirlo, ofreciéndose, quando de la parte de los romanos la pérdida y muerte de la gente era notable".

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