Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento
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Variantes: Mars, Marte.
( del lat. Mārs 'íd.' (DECH) ).
Familia léxica: marcial, martes, marzo.

1. sust. m.

1ª datación del corpus: Falero, Tratado del espera, 1535.
Marca diatécnica: Astr.

Definición:

El tercero de los siete planetas, cuyo orbe se sitúa entre los de Júpiter y el Sol. (Autoridades).

Ejemplo(s):

Ejemplo 1:

Y la de Marte, que es la quinta, en I año, CCC y XXII días. (Falero, Tratado del espera, 1535, fol. 25r).

Ejemplo 2:

El quinto cielo es donde tiene su assiento Mars, que es el tercero planeta, constituydo en el círculo tercero de la sphera, y en espacio de dos años consume su círculo, y es señor del tercero clima donde está El Cayro, Alexandría y toda la tierra de Egypto. (Anónimo, Repertorio tiempos, 1554, fol. XVIIIr).

Ejemplo 3:

Saturno, Júpiter, Marte, Venus, Mercurio, porque no tienen cierto movimiento, como el Sol y la Luna, que siempre van adelante, porque algunas vezes van atrás, llaman planetas o vagabundos. (Muñoz, Libro nuevo cometa, 1573, fol. 6r).

Información enciclopédica:

El quinto de los planetas. Fr. Mars. Lat. Mars. It. Marte. Corre por su órbita alrededor del Sol en un año y trescientos veintiún días. Ni este ni otro alguno de los planetas salen del zodíaco. Por las manchas que le han observado y por el curso que lleva se sabe que da vuelta sobre su eje en veinticuatro horas y cuarenta minutos. Su color es encendido y siempre algo turbado. Este como los demás planetas, excepto el Sol, tienen sus fases, son cuerpos opacos y reciben del Sol la luz, y todos tienen sus atmósferas y padecen varias mutaciones. Los astrólogos llaman a Marte Pequeña Fortuna (Terreros: s. v. Marte). Kepler efectuó sus descubrimientos esenciales estudiando el movimiento de Marte, un planeta cuyas excentricidad y proximidad a la tierra eran responsables de las irregularidades que habían constituido un desafío permanente a la ingeniosidad de los astrónomos matemáticos. Ptolomeo había sido incapaz de explicar el movimiento de Marte de forma tan satisfactoria como el de los restantes planetas y Copérnico no había aportado nada nuevo al respecto. Brahe había intentado hallar una nueva solución, a cuyo fin emprendió una larga serie de observaciones especiales, pero tuvo que renunciar a su propósito después de haber tropezado con las grandes dificultades que planteaba el problema. Kepler, que trabajó junto a Brahe durante los últimos años de la vida de éste, heredó las nuevas observaciones y, a la muerte de Tycho, emprendió el ataque al problema por su propia cuenta. Fue una labor inmensa que ocupó la mayor parte del tiempo de Kepler durante cerca de diez años. Debían calcularse dos órbitas, a saber, la propia órbita de Marte y la órbita de la tierra, lugar desde donde es observado el movimiento de Marte. Kepler se vio obligado una y otra vez a cambiar la combinación de círculos que empleaba para calcular tales órbitas. Ensayó y rechazó una tras otra todas las combinaciones que no proporcionaban resultados acordes con las brillantes observaciones de Brahe. Cualquiera de estas soluciones intermedias era mucho mejor que los sistemas propuestos por Ptolomeo o Copérnico; algunas daban errores inferiores a los 8' de arco, es decir, muy por debajo de los de las observaciones antiguas. La mayor parte de los sistemas rechazados por Kepler habrían satisfecho a sus predecesores, pero no debe olvidarse que éstos no tenían a su disposición los datos observaciones de Tycho Brahe, cuya precisión era del orden de los 4' de arco. […] Una larga serie de infructuosos ensayos convenció a Kepler de que ningún sistema fundamentado en una composición de círculos podría resolver el problema. La clave debía estar, según él, en alguna otra figura geométrica. Probó con diversos tipos de óvalos, pero con ninguno de ellos conseguía eliminar las discrepancias entre sus tentativas teóricas y las observaciones. Entonces, por puro azar, reparó en que tales discrepancias variaban según una ley matemática familiar, y estudiando esta regularidad descubrió que podían reconciliarse teoría y observación si se consideraba que los planetas se desplazaban con velocidad variable, regida por una ley simple que también especificó, sobre órbitas elípticas. Estos son los resultados que Kepler expuso en su Astronomia nova, publicada por primera vez en Praga en 1609. Una técnica matemática más simple que todas las empleadas desde Apolonio e Hiparco conducía a predicciones enormemente más precisas que cualquiera de las efectuadas hasta entonces. Por fin había sido resuelto el problema de los planetas, y lo había sido en el marco de un universo copernicano. […] Al sustituir las órbitas circulares, comunes a las astronomías ptolemaica y copernicana, por elipses y la ley del movimiento uniforme alrededor del centro, o de un punto situado en sus proximidades, por la ley de las áreas, se desvanece toda necesidad de excéntricas, epiciclos, ecuantes y otros elementos ad hoc. Por primera vez, una curva geométrica simple y una ley de velocidades son suficientes para predecir las posiciones de los planetas. Por primera vez las predicciones teóricas están en perfecto acuerdo con los datos obtenidos por observación (Thomas S. Kuhn 1985/1957: La revolución copernicana. La astronomía planetaria en el desarrollo del pensamiento occidental, trad. de Doménec Bergada. Barcelona: Ariel,277).

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