Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento

LA ARQUITECTURA EN EL RENACIMIENTO ESPAÑOL


Soraya Salicio Bravo

1. INTRODUCCIÓN HISTÓRICA

La aproximación a la arquitectura renacentista debe hacerse desde una perspectiva histórica a partir de una nueva concepción del hombre que va a extenderse a todos aquellos ámbitos de los que éste forma parte. Hablamos de Renacimiento pero también de Humanismo, como la parte más filosófica y esencial del movimiento renacentista, la que exalta al hombre y a su conocimiento, en el que estriba la verdadera sabiduría.

En la era renacentista se consideraba que el hombre era el modelo del cosmos, y rasgos concebidos idealmente tales como la belleza, la armonía, la proporción y la superioridad se concretan a través del arte en todas sus manifestaciones pictóricas, escultóricas y arquitectónicas. La Arquitectura de ese siglo va a verse igualmente afectada por la conciencia de cambio que envuelve el período renacentista, en una doble vertiente:

  • Su realización artística y estética
  • Su consideración científica

Respecto a la arquitectura como concreción de una idea en una obra artística y estética, el siglo XVI engloba todas las obras edificatorias que surgen de la unión, en esa nueva cultura renacentista, de la perspectiva y la vuelta a las formas clásicas.

Cualquiera que fuese dentro de la cultura grecorromana el significado de ese repertorio de formas, es indiscutible que, a partir de este momento, son elegidas solamente como figuras espaciales, y pensadas en un espacio donde la configuración de los objetos tiene un valor, independientemente de sus otras características, es decir, en el espacio perspectivo (Benévolo, 1981: 8).

Para dotar de un carácter científico a la Arquitectura tenemos que remontarnos al período medieval, en el que la disciplina arquitectónica sufre una evolución por la que deja de considerarse un oficio para convertirse en una ciencia.
En la Edad Media, siete eran las artes mecánicas en las que se clasificaban las actividades manuales (en correspondencia con las siete artes liberales): lanificium, armatura, navigatio, agricultura, venatio, medicina y theatrica. Se consideraba que la armatura incluía la actividad constructiva o arquitectónica, que se subdividía en:

coementaria (“quae ad latomos pertinet”), carpentaria (“quae ad carpentarios et lignarlos pertinet”) y venustatoria (quae pertinet ad polientes, dolantes, sculpentes, limantes, compingentes, linientes, in qualibet materia: luto, latere, lapide, ligno, osse, sabulo, calce, gipso... (Mariño, 2000: 12).

Durante los primeros siglos del período medieval la arquitectura, por tanto, fue considerada una actividad innoble al equipararse con otras actividades mecánicas, y ese carácter innoble empaña igualmente la imagen del arquitecto. En todo el panorama constructivo, la labor del arquitecto se confunde con la labor realizada por otros artesanos como los canteros o los albañiles.
Según va avanzando la Edad Media, va definiéndose y especializándose el papel que cada trabajador debe desempeñar en la actividad edificatoria, y la imagen del arquitecto va adquiriendo prestigio. Ya en el siglo XIII, el arquitecto posee un status superior al de cualquier otro miembro ligado a la labor edificatoria, erigiéndose, a  partir de ese siglo, en el auténtico «protagonista de la escena constructiva. En contraposición de los demás artesanos, que pierden entidad individual, su figura se engrandece y se acerca a la del patrón» (Mariño, 2000: 21).
A lo largo de los siglos XIV y XV, la arquitectura va perdiendo ese carácter innoble que la equiparaba a otras actividades relacionadas con las artes mecánicas, y va empapándose de una esencia científica que supone una condición intelectual del arquitecto. Se prepara de este modo el terreno para que en el siglo XVI, con esa vuelta a los cánones clásicos, se recupere la esencia de La Arquitectura como arte liberal que engloba el conjunto de ciencias, al descubrir e interpretar el texto De Arquitectura Libri Decem de Vitruvio1 , quien postula:

Esto principalmente se deve guardar en aquella arte, que perfectamente no se puede saber medianamente sin saber las otras artes, como es el arte y officio de Architectura, para el qual officio se requiere tener noticia de todas las demás sciencias: de Philosophía Moral y Natural, Geometría, Arithmética, Perspectiva, Música, Astrología y Derechos. Porque el architecto que d’estas sciencias careciere, no podrá ser perfecto architecto en sus fundaciones, structuras, pinturas y dibuxos, ni podrá hazer obras magníficas y sobervias. Porque estas tales quieren ser hechas con toda perfectión y gracia, no sólo el edificio todo en sí, pero también es disposición, distribución y proporción, para que todas estas partes, juntas con el todo, le den gracia y el edificio dé, a la vista y al ánimo, recreación. Lo qual se alcança quando el architecto docto, hecha la obra, está cierto que no tiene falta de alguna de todas las partes que para el edificio se requieren, conforme a lo que enseña y quiere el Architectura (Urrea, 1582: 4r)2.

En 1486 Giovanni Sulpicio Da Veroli publica la editio princeps de De Arquitectura de Vitruvio, y se abre así una nueva vía para el conocimiento de los principios arquitectónicos clásicos que regirán el arte de la edificación renacentista3 .
La consideración científica y doctrinal que se le otorga a la Arquitectura en la centuria del quinientos lleva consigo un cambio en relación con el término arquitecto. Para Vitruvio, la esencia del trabajo que debe desempeñar un arquitecto es liberal, lo considera una actividad cultivada en las artes liberales y en las ciencias, aunque perfeccionada con las manos, y esta idea es la que recuperará el Renacimiento y el Humanismo.
En España Diego de Sagredo, en las Medidas del Romano, es el primero que transmite los principios arquitectónicos vitruvianos:

Has, otrosí, de saber que architeto es vocablo griego; quiere dezir ´principal fabricador´, e assí los ordenadores de edificios se dizen propriamente architetos, los quales, según parece por nueestro Vitruvio, son obligados a ser exercitado en las ciencias de Philosophía y artes liberales, ca de otra manera no pueden ser perfetos architetos, cuyas ferramientas son las manos de los oficiales mecánicos (Sagredo, 1526: 14).

Concibe al arquitecto como la persona que desempeña «un oficio liberal, por lo que los ordenadores de edificios trabajan con el espíritu y con el ingenio, al igual que los gramáticos, lógicos, retóricos, aritméticos, músicos, geómetras, astrólogos, pintores y escultores4 , frente a los oficiales mecánicos: canteros, plateros, carpinteros, cerrajeros o campaneros» (Herráez Cubino, 2005: 59-60). Esta visión del arquitecto humanista5 como oficial liberal cuyo trabajo consistirá fundamentalmente en diseñar las trazas del edificio y dirigir toda la edificación va infiltrándose a mediados del siglo XVI6 en las capas más cultas de la sociedad7 y en los contextos más eruditos e italianizantes. No obstante, será solamente gracias a la renovación artística que lleva a cabo el arquitecto renacentista Juan de Herrera cuando se consolide en la «práctica artística la concepción de arquitecto en relación con los que ejercitan un arte liberal» (Herráez Cubino, 2005: 60)8 , y cuando se ensalce al arquitecto en el sentido teórico por encima del ejecutor. El contacto con Vitruvio y con los tratadistas italianos que se produce en la España de la segunda mitad del siglo XVI9 será igualmente un factor fundamental para concebir al arquitecto de ese modo. Es ahora el arquitecto quien «crea o inventa el edificio con su arte, pero no lo construye, sino que lo dirige para que otros materialicen la idea creada por él» (Cervera Vera: 51).

1.1. Los tratados de arquitectura: teorización de la práctica arquitectónica

A finales del siglo XV se produce una lucha entre dos sistemas arquitectónicos totalmente opuestos. La arquitectura gótica había dominado el panorama social y artístico de los dos últimos siglos de la era medieval, y sus construcciones eran un fiel reflejo de la mentalidad teocéntrica que impregnaba todas las esferas sociales, lo que se comprueba si tenemos en cuenta que, en ese período, construcciones arquitectónicas como las catedrales, prototipos arquitectónicos del arte gótico, representaban el poder de Dios en la tierra. Era una arquitectura fundamentalmente práctica, trabajada con manos de oficiales que distaban mucho de tener una educación humanista:

El gótico estaba enraizado en la práctica de su tiempo; los talleres y las obras actuaban también como centros de formación profesional, en los que se transmitían oralmente, de una generación a la siguiente, las habilidades y los conocimientos –de la construcción a la realización de un detalle decorativo-; de ese modo, el sistema se perfeccionaba orgánicamente, como un proceso de crecimiento cuyas fases se suceden siguiendo casi las leyes naturales (pre-gótico, gótico pleno, tardo-gótico) (Evers, 2003: 10).

No es desde el núcleo de esta actividad arquitectónica desde donde va a surgir la nueva arquitectura. La vuelta a la Antigüedad Clásica nace en la mente de artistas que no son propiamente arquitectos dedicados a la construcción de las obras góticas, sino que son humanistas, literatos que se han empapado en la lectura de los autores antiguos y que critican las formas de la arquitectura de lo moderno10 . Esos autores humanistas, que leen e interpretan los tratados antiguos, buscan una arquitectura erudita desprendida de su lado más práctico, cuyo soporte fundamental no sea la piedra sino el texto, porque «para el arquitecto renacentista, el trabajo con los textos se convierte en una parte imprescindible de su actividad profesional» (Evers, 2003: 11). Los arquitectos podían y debían escribir, su arte podía expresarse con palabras. Este era el mensaje que el Renacimiento quería oír.
El trabajo del arquitecto renacentista se consideraba análogo al que podía desempeñar un filólogo, ya que los restos de la arquitectura clásica debían ser estudiados como textos en los que había que reconstruir lo que se había perdido, atribuir unos fragmentos a otros y llegar a reconocer el original. Es en este contexto en el que se desarrolla una amplia literatura arquitectónica que se extenderá desde Italia al resto de Europa, con la recuperación del tratado de Vitruvio, y las obras de Alberti, Serlio, Sagredo y Vignola.

1.1.a) Vitruvio (s. I a. C.): origen y fuente de la tratadística arquitectónica

La obra De architectura libri decem11 de Vitruvio es el tratado de arquitectura más antiguo que conservamos y sus postulados han sentado las bases para la creación práctica y teórica de la arquitectura del Renacimiento y de siglos posteriores. Gracias a esta obra se produce la vinculación entre las dos dimensiones, la práctica y la teórica, al plasmarse en el papel aspectos arquitectónicos propios de la práctica de la edificación, como son los usos de la perspectiva, las distintas aplicaciones que puede tener la geometría para la arquitectura, las técnicas de construcción, la búsqueda de las proporciones, de la simetría y de la armonía.
Tres son las características fundamentales que, según Vitruvio, debe tener una obra para poder considerarse perfecta en su construcción: firmitas, utilitas y venustas. La firmitas hace referencia a aspectos técnicos de la construcción, como los materiales que se van a utilizar, los cimientos y el lugar adecuado para llevar a cabo la edificación. La utilitas incide en la finalidad de una determinada construcción y la venustas en la belleza arquitectónica, y esta triada vitruviana constituirá el eje sobre el que se vertebre el quehacer arquitectónico renacentista y de siglos posteriores:

Este triple objetivo de la arquitectura –firmeza, utilidad y belleza- se mantuvo hasta aproximadamente el año 1800. Sólo después de esta fecha comenzó a disolverse el canon de Vitruvio y empezó a desintegrarse la unidad clásica de estilo. Hasta mediados del siglo XVIII las construcciones se describen siguiendo una teoría arquitectónica relacionada con el proyecto del arquitecto. El todo y las partes de la arquitectura estaban dirigidas a las categorías del vitruvianismo (Evers, 2003: 6).
1.1.b) Leone Battista Alberti (1404-1472): interpretación y superación del texto vitruviano

Alberti con su obra De re aedificatoria libri decem12 (1443-1452) redactada en latín, crea la teoría de la arquitectura de más relevancia en los tiempos renacentistas. Este humanista, convertido progresivamente en arquitecto, estudia y descifra el texto vitruviano y, a imitación del tratadista romano, crea una obra dividida en diez libros. De Vitruvio toma igualmente la idea de que toda obra arquitectónica debe ser concebida bajo los principios de firmitas, utilitas y venustas. La novedad de Alberti reside en que no solamente fue un arquitecto teórico que desarrolló sus ideas en los tratados de arquitectura, sino que realmente intentó llevar a la práctica los principios arquitectónicos que defendió en su obra, en otros términos, se empapó de la esencia vitruviana para darle una aplicación práctica en los tiempos modernos, supo «doblegar su mente teórica en aras de las necesidades de la práctica» (Plazcek, 1988: 9) y es en ese intento de aunar pasado y presente donde nace la superación del texto vitruviano:

Alberti, el primero y durante mucho tiempo el único que realmente entendió el texto de Vitruvio, no lo editó ni lo tradujo o comentó; apenas lo citó. Lo que hizo fue escribir sus propios “Diez Libros” para sustituir a Vitruvio, para que las enseñanzas de este pudieran utilizarse en el presente (Thoenes, 2003: 10).
1.1.c) Sebastiano Serlio (1474-1553/55): el valor del texto ilustrado

Hasta la creación por parte de Serlio del tratado Regole generali di architectura sopra le cinque maniere degli edifici (1537) no se había realizado propiamente un tratado arquitectónico en el que las ilustraciones adquirieran la misma importancia que las palabras. Los textos de Vitruvio y de Alberti habían sido confeccionados sin imágenes, y únicamente aparecieron como textos ilustrados las ediciones y traducciones posteriores13 de esas obras que se llevaron a cabo, pero sin el carácter de tratado. Será en 1537 cuando con la aparición del tratado de Serlio, este pintor y arquitecto boloñés se emancipe, en cierto modo, de la tradición tratadística arquitectónica y dé paso al lenguaje de las imágenes, capaz de abrir nuevas perspectivas y horizontes para los arquitectos. Esto debe ponerse en relación con el hecho de que en esa época los autores de los tratados arquitectónicos pretenden llegar a un público más amplio que abarcara distintos profesionales del mundo de la arquitectura y no se restringiese a una minoría cultivada y erudita (cf. Criado Mainar, 2004: 208). La difusión de los tratados ilustrados encontró su mayor aliado en el desarrollo que conoció la imprenta a finales del siglo XV.

1.1.d) Iacomo Barozzi da Vignola (1507- 1573): la teoría del módulo

Vignola, con su tratado Regola delli cinque ordini d’archittetura (1562), aboga por una obra en la que los postulados arquitectónicos tengan una manifestación fundamentalmente visual con la que poder llegar a un amplio y diverso público, como ya hizo Serlio. Este tratadista italiano pretende idear en su texto un sistema de proporciones coherentes que abarque todos los elementos de los cinco órdenes arquitectónicos que ya describió Serlio. La novedad de Vignola reside precisamente en el canon que él va a postular para crear esas proporciones. Para ello, establece una relación entre el pedestal, la columna y el entablamento, que puede aplicarse a todos los órdenes, y perfila las dimensiones individuales de los componentes de un determinado orden en relación con la medida del radio de su respectiva columna: es lo que se conoce como módulo (cf. Thoenes, 1993: 169). Con este planteamiento para las proporciones arquitectónicas Vignola simplificaba todo un sistema de cálculos aplicado a la edificación y hacía de su texto una obra más comprensible, y por tanto, de mayor dimensión práctica.

1.1.e) Diego de Sagredo: precursor de los principios vitruvianos en el Renacimiento hispano. Tradición e innovación.

Diego de Sagredo publica en 1526 su obra Medidas del Romano, el primer tratado arquitectónico en lengua vernácula. Con el adjetivo romano, Sagredo hace referencia a la arquitectura renacentista que se ha configurado al volver la vista hacia las realidades artísticas grecolatinas, en oposición a las soluciones constructivas del Gótico que todavía dominaban el panorama artístico de comienzos del siglo XVI y que eran designadas como arte moderno.
Medidas del Romano introduce en España los postulados vitruvianos acerca de la concepción de lo que debe ser la arquitectura y la función que debe desempeñar el arquitecto, y, de este modo, establece por primera vez en España la diferencia entre el que crea o idea una obra arquitectónica con la mente y el que edifica con las manos (cf. Borngäser Klein, 2003: 358). Con todo, este texto no se limita a transmitir la esencia vitruviana, sino que incorpora novedades respecto a algunos aspectos de la creación arquitectónica.
Así, a pesar de que en la tradición de los tratados de arquitectura son cinco los órdenes14, dórico, jónico, corintio, compuesto y toscano, que configuran la edificación de inspiración clásica, Sagredo añade el orden ático. Además de esto, Sagredo, en su obra, menciona la columna balaustre, columna de gran éxito en la arquitectura nacional española, como creadora de casi un nuevo orden arquitectónico, como manifiesta en este fragmento de la obra:

Y entre las colunas que havía quadradas y redondas, vi unas de tan estraña formación que no pude discernir si eran dóricas o jónicas, ni menos tuscánicas. Pregunté cómo se llamavan; fueme respondido que balaustres. Por tanto, antes que otra cosa digas, ten por bien de platicarme alguna cosilla d’ellos, pues a mi parecer son otro género de colunas.
TAMPESO.— Como quiera que los antiguos no hazen mención en sus libros d’estos
balaustres, no te maravilles si yo no aya tocado su formación.
PICARDO.— Ya puede ser que no se halle en los libros y se halle en los edificios.
TAMPESO.— Assí es verdad, que en los edificios ay mucha diversidad de ornamentos que se ponen más por atavío que por necessidad, sin tener medida (pág. 33) determinada, como son colunas que se dizen monstruosas, candeleros, crestas y otras muchas diferencias de aparato. Y en cada una d’ellas entreviene el balaustre, que es como un troço de coluna retraýda, y el assiento redondo, como suelo de orinal, por lo qual es de muchos assí llamado (Sagredo, 1526: 33).

Con esto afirmamos, en palabras de Borngäser Klein (2003: 360), que «cabe reconocer a Diego de Sagredo el mérito de haber creado la primera columna moderna con significado nacional y haberla colocado al mismo nivel que los órdenes clásicos».


2. ESTUDIO SEMÁNTICO DEL LÉXICO ARQUITECTÓNICO

Para estudiar el léxico arquitectónico renacentista hemos partido de seis obras relacionadas con la arquitectura y la construcción, que forman parte de los 74 textos que configuran el corpus del Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER):

  • Medidas del Romano (1526), de Diego de Sagredo.
  • De Architectura, de Marco Vitruvio Pollión, en la traducción que Miguel de Urrea llevó a cabo en 1582.
  • De Re Aedificatoria, de Leon Baptista Alberti, en la traducción que Francisco de Lozano realizó en 1582.
  • De varia commensuración para la Esculptura y Architectura (1585), de Joan de Arphe y Villafañe.
  • Libro de traças de cortes de piedras (1591), de Alonso de Vandelvira.
  • Regla de las cicnco órdenes de Architectura, de Vignola, en la traducción que Patricio Caxesi llevó a cabo en 1593.

Podemos establecer una clasificación semántica de los términos arquitectónicos renacentistas en diversos campos léxicos, y en ella incluimos tanto las palabras que son propias del lenguaje arquitectónico, o de materias que guardan relación con la arquitectura, como la cantería, como algunas otras voces que, sin ser específicamente arquitectónicas, aparecen en los tratados de arquitectura con alguna acepción relacionada con la edificación (como, por ejemplo, los verbos abrir y cerrar).
Las áreas designativas en las que clasificamos los términos son: Arquitectura y Construcción, Cantería. Dentro de la Arquitectura y Construcción realizamos, a su vez, varias divisiones semánticas, ya que el grueso de las voces de está incluido aquí.

2.1. Arquitectura y Construcción

Dentro de esta área designativa insertamos las siguientes agrupaciones:

2.1. a) Conceptos científicos

(fundamentos teóricos relacionados con la disciplina arquitectónica: arte, arte perspectiva, esciografía, género, perspectiva, orden, ordenanza, ortografía, orden compósito, orden compuesto, orden corintio, orden dórico, orden jónico, orden toscano).

2.1. b) Profesiones, técnicas y oficios

(designaciones de diversas especialidades: arquitectura, arte arquitectónica, arte de edificar, arte edificatoria, edificación, edificatoria, albañilería, arquitectónico, edificatorio).

2.1. c) Agentes que cultivan una ciencia o técnica, o desempeñan un oficio o profesión:

arquitecto, arquitector, ordenador y perspectivo designan profesionales pertenecientes a la categoría más elevada: la de los especialistas que cultivan una ciencia o técnica, frente a alarife, albañil, aparejador, que designan personas que desempeñan un oficio).

2.1. d) Edificación,

donde, a su vez, diferenciamos entre:

  • Elementos que conforman el edificio (columnas, vanos, bóvedas y arcos, otros elementos).
  • Partes del edificio (cimiento, fundación, fundamento, fachada, delantera, tejado, techo, alero, subgrundio, vertientes, techumbre, entresuelo).
  • Actividades y acciones relacionadas con la construcción del edificio o alguno de los elementos de éste (abrir, aparejar, asentar, cavar, socavar, cerrar, cimentar contraer, contrahacer, coronar, cubrir, delinear, edificar, embovedar, encolumnar, ensenar, entablar, entallar, escorzar, estriar, estribar, fundar, ordenar, relevar, rematar, volar, voltear, volver bóveda, contracción, edificación, ordenación).
  • Tipología de los edificios (anfipróstilos, areóstilos, diástilos, dípteros, éustilos, hexástilos, monópteros, octástilos, perípteros, picnóstilos, próstilos, pseudodípteros, sístilos, tetrástilos).
  • Ornamentación (adorno, ornamento, aguja, cartón, concha, crestería, follajería, grutesco).
2.2. Cantería

Bolsor, cúneo, cuño, dovela, cerradura, cerramiento, encerramiento, clave espinazotolo, mocheta, tardosa, ren, vuelta.


3. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ALBERTO, León Baptista (1582): Los diez libros de Architectura. Madrid: Alonso Gómez, trad. Francisco Loçano.

ARFE Y VILLAFAÑE, Juan de (1585-1587): De Varia Commensuración para la Esculptura y Architectura. Sevilla: Andrea Pescioni y Juan de León.

BORNGÄSER KLEIN, Barbara (2003): “España”, Teoría de la arquitectura: del Renacimiento a la actualidad. Colonia: Taschen, pp. 358-386.

CERVERA VERA, LUIS (1989): “El arquitecto en las «Medidas del Romano» de Diego de Sagredo”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, nº 68, pp. 15-34.

CRIADO MAINAR, Jesús (2004): “Técnica y estética: los tratados de arquitectura” en Manuel Silva Suárez (ed.), Técnica e Ingeniería en España, tomo I: El Renacimiento. Zaragoza: Institución Fernando el Católico, Prensas Universitarias, pp. 203-231.

EVERS, Bernd (2003): “Prólogo”, Teoría de la arquitectura: del Renacimiento a la actualidad. Colonia: Taschen, pp. 6-7.

HERRÁEZ CUBINO (2005): El léxico de los tratados de cortes de cantería españoles del siglo XVI, Tesis Doctoral, Universidad de Salamanca.

MARÍAS FRANCO, Fernando (1983): “El problema del arquitecto”, en ídem, La arquitectura del Renacimiento en Toledo (1541-1631). Toledo: Publicaciones del Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, I, pp. 69-98.

MARIÑO, Beatriz (2000): “La imagen del arquitecto en la Edad Media: historia de un ascenso”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie VIII, Hª del Arte, t. 13. Madrid: UNED, Facultad de Geografía e Historia, pp. 11-25.

MONTES SERRANO, Carlos (2006): Cicerón y la cultura artística del Renacimiento. Valladolid: Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial.

MORREALE, Margherita (1959): “Apuntes para la historia del término arquitecto”, Hispanic Review, XXVII, pp. 123-136.

SAGREDO, Diego de (1526): Medidas del Romano. Toledo: Remón de Petras.

THOENES, Christof (2003): “Introducción”, Teoría de la arquitectura: del Renacimiento a la actualidad. Colonia: Taschen, pp. 8-19.

VANDELVIRA, Alonso de (c.1591): Libro de traças de cortes de piedras, mss.

VIGNOLA, Jacome de (1593): Regla de las cinco órdenes de Architectura. Madrid: en casa del autor, trad, Patricio Caxesi.

VITRUVIO POLLIÓN, Marco (1554-1564): De Architectura. Alcalá de Henares. Juan Gracián, trad. Miguel de Urrea.


1 «En 1416 Poggio Bracciolini descubrió en el monasterio de Saint Gallen una serie de obras perdidas o muy incompletas de la Antigüedad romana; entre ellas, el tratado De Architectura Libri Decem del arquitecto romano Marco Vitruvio» (Montes Serrano, 2006: 11).

2 La traducción llevada a cabo por Miguel de Urrea de De Architectura Libri Decem, publicada en 1582, fue la única que se llevó a imprenta hasta el siglo XVIII. Miguel de Urrea se basó, para llevar a cabo dicha traducción, en una versión latina elaborada por Guillaume Filander, que tuvo gran difusión durante su época (cf. Herráez Cubino, 2005).

3 «El descubrimiento en el siglo XV de un manuscrito de Vitruvio, arquitecto romano de la época de Augusto, supuso todo un acontecimiento para la historia de los tratados de arquitectura, ya que constituya la única muestra de la actividad arquitectónica desarrollada en la Antigüedad Clásica» (Herrráez Cubino, 2005: 90).

4 Diego de Sagredo es el primero en valorar a la pintura y a la escultura como disciplinas equivalentes a las siete artes liberales (cf. Herráez Cubino, 2005).

5 Visión que León Battista Alberti, basándose en Vitruvio, lega a Sagredo. Alberti, en su obra De re aedificatoria, considera que el arquitecto es aquel que llega a la arquitectura gracias a la meditación y a los conocimientos humanísticos y matemáticos, el que concibe de manera abstracta la forma y la estructura arquitectónica expresada en las trazas (cf. Marías Franco, 1983: 92).

6 Durante la primera mitad del siglo XVI aún se podía ver a La Arquitectura incluida entre las artes mecánicas (cf. Morreale, 1959).

7 En los ambientes artesanos continuará usándose ese vocablo para designar a oficiales mecánicos como talladores de madera, escultores y constructores de retablos (cf. Herráez Cubino, 2005).

8 Para Morreale (1959) la exaltación de arquitectura como arte y la existencia de la persona que se preciara de llevar el título correspondiente a su ejercicio son las dos condiciones necesarias para que en España se difundiera el término arquitecto en el sentido liberal y actual.

9 Es entonces cuando se vierten al español los tratados de Serlio (1552), Vitruvio (entre 1550 y 1565, y otra vez en 1582), Palladio (1578), León Bautista Alberti (1582), y Viñola (1587) (cf. Morreale, 1959: 129).

10 Con esta denominación era conocida la arquitectura gótica por sus coetáneos.

11 A lo largo del siglo XVI, se realizaron numerosas ediciones de la obra vitruviana. En algunas de ellas se introdujeron ilustraciones con el objetivo de hacer más comprensible el hermético contenido del texto. A partir de 1521, el tratado de Vitruvio se tradujo al italiano, al francés, al alemán y al español, lo que refleja la importancia de los principios que Vitruvio asentó en su obra para la teoría arquitectónica europea del siglo XVI.

12 Alberti ya había contribuido al género de la tratadística con obras anteriores como De pictura (1434-1436) y De statua (h. 1451) redactadas igualmente en latín y dirigidas a un público culto. Alberti pretendía elevar el rango del arte de la pintura y de la escultura al nivel de las artes liberales.

13 En 1486 el humanista Giovanni Sulpizio da Veroli realizó la primera edición del tratado vitruviano, en latín y sin ilustraciones. En 1511 ve la luz en lengua toscana la primera edición con imágenes de la obra de Vitruvio, a cargo de Giovanni Giocondo da Verona. La segunda edición con diseños gráficos más importante fue la que realizó Cesare Cesariano, en 1521. Respecto a De re aedificatoria, tendremos que esperar hasta el año 1565 para obtener un texto ilustrado con la traducción de la obra de Alberti que Cosimo Bartoli llevó a cabo.

14 La teoría de los órdenes se había llevado a cabo desde La Antigüedad tomando como punto de referencia la columna, considerada como el elemento clave de la arquitectura estética. Para Vitruvio, al comienzo solamente existían columnas masculinas (dóricas), que Sagredo denomina columnas macho, y columnas femeninas (jónicas). Posteriormente habla de un tercer tipo de columnas, las corintias, cuando el escultor corintio Calímaco introduce el capitel de acanto. En Italia surgió el estilo toscano y el estilo compuesto (cf. Thoenes, 2003: 16). Estos cinco estilos u órdenes son los que recoge Serlio como los cinco estilos característicos de la arquitectura renacentista en su obra Regole generali di architettura sopra le cinque maniere de gli edifici, cio è thoscano, dorico, ionico, corintio et composito, con gli essempi de ll’ antiquita, che, per la magior parte concordano con la dottrina di Vitruvio. Esta obra de Serlio acerca de los órdenes arquitectónicos no se publicó hasta once años después de que lo hiciera el tratado de Sagredo.