Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento

Alonso Barba, Álbaro, Arte de los metales, Madrid, Imprenta del Reyno, 1640


Datos biográficos
(Lepe, Huelva, 1569 – Sevilla, 1662).

pesar del interés que ha despertado este autor, son escasas y mal conocidas las noticias biográficas acerca de Barba, a excepción de las que él mismo difundió en su libro. Hijo de Álvaro Alonso y Teresa Barba —su primer apellido es, por tanto, Alonso, aunque con frecuencia se cita por su segundo apellido—, siguió la carrera sacerdotal y hacia 1588 fue enviado al Alto Perú (hoy Perú y Bolivia), donde pronto inició el estudio de los minerales, y, sobre todo, del tratamiento de las menas de plata. En 1590 residía en Tarabuco, estuvo después en Oruro y en 1617 era párroco en la provincia de Lipez, siendo uno de sus destinos la villa de Potosí. Barba se interesó profundamente por la explotación de los recursos mineros, tanto en el aspecto teórico como práctico —además de dedicarse a los estudios teóricos, registró varias minas y obtuvo pingües ganancias de la recuperación, por sus procedimientos, de materiales desechados como inútiles por otros mineros—, llegando a alcanzar una sólida reputación, que movió a las autoridades a solicitarle que recogiera su experiencia en un libro. A pesar de su ya avanzada edad, solicitó autorización para volver a España en 1649, con objeto de poner en práctica sus conocimientos sobre los minerales de plata en Niebla (Huelva); no obtuvo el permiso hasta 1657 y llegó a la península al año siguiente, acompañado de dos colaboradores. Pese a su intensa actividad y de sus frecuentes viajes, no obtuvo Barba resultados positivos; en los memoriales que dirigió al monarca en esta época (1659 y 1660) expresó duras críticas contra la política minero-metalúrgica de la corona, culpable, a su entender, de la postrada situación de la minería en la metrópoli. Desmoralizado por la escasa comprensión de los medios oficiales, solicitó permiso para volver a América (1660), que le fue otorgado dos años después y que no llegó a utilizar por sobrevenirle la muerte.

El libro de Barba, Arte de los metales (1640), ha sido considerado como la única obra metalúrgica original escrita en el siglo XVII en cualquier idioma. Ello no obstante y a pesar de ser cita obligada en toda la historia de la química, los juicios y críticas sobre la obra suelen ser superficiales e ignoran sus aspectos más positivos. El error más generalizado consiste en considerar, como hace el propio Barba, que la aportación más interesante del libro es la del beneficio de cazo y cocimiento ideado por el autor, cuando en realidad la originalidad reside en la nueva forma de afrontar los procesos químicos, por los aspectos tecnológicos modernos que se incluyen.

El Arte está compuesto por cinco libros, de valor muy desigual. El primero de ellos «trata del modo con que se engendran (los metales), y cosas que los acompañan». La aportación personal de Barba a lo largo de este extenso libro no es muy valiosa, aunque pone de manifiesto su erudición y su conocimiento de la realidad americana. Igualmente puede extraerse información de interés acerca de las posiciones básicas del autor frente a la ciencia. Resulta patente, por ejemplo, que respeta a las autoridades científicas, siempre que no contradigan su experiencia personal; valora la observación y experimentación como fuentes principales del conocimiento científico y técnico; y, por último, participa de las creencias alquimistas, por cuanto el sustrato teórico en que se apoyan es coherente con el conjunto del sistema de saberes.

El segundo libro «enseña el modo común de beneficiar los (minerales) de plata por azogue, con nuevas advertencias para ello». Se trata de la parte más importante de la obra y constituye una completa descripción y comentario del proceso de amalgamación. Prácticamente cada capítulo está dedicado a una de las sucesivas operaciones del proceso, con autorizadas consideraciones prácticas; algunos capítulos intercalados tienen en cuenta las anomalías y dificultades que pueden surgir en la última operación expuesta y ofrecen las soluciones adecuadas a cada caso. En los comentarios se pone de manifiesto el interés del autor por eliminar todo supuesto de carácter subjetivo y por interpretar objetivamente la marcha del proceso. Si a través de las detalladas descripciones del Arte se reconstruye el proceso ideal preconizado por Barba, sorprende la reiteración de pruebas analíticas para el control del proceso y para introducir las variantes en el mismo que las condiciones de las materias primas aconsejen. Es conveniente destacar algunas de las pruebas que deben realizarse. En primer lugar, la riqueza del mineral se determina sobre una muestra, aplicando técnicas de fundición, de gran exactitud pero no rentables a escala industrial; el resultado obtenido permite comprobar con precisión el punto final del proceso, por comparación con otros análisis efectuados cuando el proceso está muy adelantado. Si este criterio resulta llamativo por su modernidad en la época en que se aplica, todavía lo es más la realización de un ensayo piloto completo para determinar las condiciones óptimas del proceso, según las características de los minerales disponibles; los resultados del proceso piloto permiten fijar los parámetros que deberán observarse en el proceso a escala industrial. El mismo rigor de que hace uso Barba en la planificación general del proceso lo aplica a los más pequeños detalles, como puede comprobarse en la forma en que aconseja realizar la incorporación de los aditivos correctores cuando la marcha del proceso lo hace necesario. Debe hacerse notar que Barba es uno de los primeros autores que tiene en cuenta correctamente todos los factores económicos antes de decidir la posible rentabilidad de una explotación, incluyendo el precio de las materias primas, del combustible y de la mano de obra, la amortización del equipo, etc.

En el libro tercero se expone el procedimiento de amalgamación por cazo y cocimiento descubierto por el autor en 1590 y perfeccionado con sucesivas mejoras hasta 1617. Indiscutiblemente, el método es original aunque su trascendencia práctica es cuestionable, como muestran los testimonios encontrados al respecto.

El libro cuarto, dedicado al beneficio de los metales por fundición, está justificado por la intención del autor de hacer una obra útil, que exige un carácter casi enciclopédico. Ocupa lugar primordial la descripción de los distintos tipos de horno y su manejo y se presta especial atención a los metales preciosos, de acuerdo con los intereses de los lectores potenciales; es de destacar que Barba aconseja el empleo en la fundición de los hornos de reverberación mucho antes de que ésta fuera una práctica habitual.

El quinto y último libro se ocupa de la separación de los metales entre sí. Es de carácter práctico e incluye valiosas observaciones, junto a innovaciones menores; puede considerarse como un apéndice en la línea de los libros de ensayadores o de los manuales prácticos para joyeros.

En definitiva, la obra de barba representa la culminación de un proceso que se inició cuando una centuria antes Bartolomé de Medina aplicó por vez primera el método de amalgamación, que fue experimentando sucesivas adaptaciones y mejoras con objeto de aumentar los rendimiento y reducir la duración del beneficio, según las características de las materias primas. La obra de Barba constituye, por tanto, una gran síntesis y su mayor mérito estriba en haber elevado a la categoría de auténtica tecnología toda una serie de pequeños detalles e innovaciones que se habían ido produciendo con la práctica cotidiana. (En M. Calvo y E. Sevillano, “Álvaro Alonso Barba y el Arte de los metales”, Química e Industria, 45 (1998), pp. 106-111; J. M.ª López Piñero et alii, Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, Barcelona, Ediciones 62, 1983, s. v. Barba, Álvaro Alonso).

Ejemplares y otras ediciones

Madrid, Imprenta del Reyno, 1640: Madrid, Biblioteca Nacional, R/33711, R/7731, R/34149; Madrid, Palacio Real, I.B-113.

Madrid, Bernardo Peralta (a costa de Francisco Asensio), s. a. (fecha de la tasa, 1729): Huelva, Biblioteca Provincial, H-R/669/BAR/art; Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana de la Agencia Española de Cooperación Internacional, 3R-669.21/22(46)Alo; Madrid, Instituto Tecnológico y Geominero de España, Igni1 I/33; Madrid, Museo Nacional de Ciencias Naturales, 1-1518, F.E. 4-281; Madrid, Real Academia de la Historia, 2/1979; Málaga, Biblioteca Provincial, 20823; Orihuela, Biblioteca Pública del Estado Fernando de Loazes, XVIII/2964; Pamplona, Biblioteca General de Navarra, 109-13-2/213; Toledo, Biblioteca Pública del Estado, 17783.

Madrid, Viuda de Manuel Fernández (a costa de Manuel de Godos), ca. 1768: México, Museo Nacional.

Madrid, Viuda de Manuel Fernández (a costa de Manuel de Godos), 1770: Huelva, Biblioteca Provincial, H-R/669/BAR/art; Madrid, Real Academia de la Historia, 5/432; Madrid, Real Academia Española, 5-B-24.

Lima, Tribunal de Minería de Lima, 1817.

Madrid, s. n. (Yenes), 1842 (con adiciones de Agustín Martínez Alcíbar): Madrid, Biblioteca Nacional, U/10254.

Madrid, s. n. (M. Campo-Redondeo y S. Aguilar), 1852: Madrid, Biblioteca Central Militar (Instituto de Historia y Cultura Militar), IV-27-3-5; Madrid, Biblioteca Nacional, 1/79042.

Santiago de Chile, s. n., 1877.

Traducciones

Al inglés:

«Libro primero», Londres, Imprenta de S. Mearne, 1670, traducción de Edward Motagu.

«Libro segundo», Londres, Imprenta de S. Mearne, 1670, traducción de Edward Motagu.

«Libros primero y segundo», Londres, Imprenta de S. Mearne, 1674, traducción de Edward Motagu.

Londres, por C. Jephson para O. Payne, 1738.

Londres, a costa de J. Hodges, 1739.

Al alemán:

Hamburgo, por Gottfried Schultze, 1676, traducción de Johan Lange.

Frankfurt, Fleicher, 1739.

Viena, Peter Conrad Monath, 1749, traducción Mathias Godar.

Ephrata (Philadelphia), 1763.

Viena, Paul Kraus, 1767.

Al francés:

Paris, Andre Knapen, 1730, traducción y adiciones de Charles Hautin de Villars.

Paris, P. Witte & Didot, 1733.

Paris, Chez Pierre-Alexandre Le Prieur, 1751, traducción de Lenglet-Dufresnoy.

La Haya, Pierre de Hand, 1752, traducción de Lenglet-Dufresnoy.

Ediciones modernas

Álvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Sucre, Tipografía Salesiana, 1924 («copia fiel» de la de Lima, Tribunal de Minería de Lima, 1817).

Álvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Norwood, Plimpton Press, 1925 (edición facsímil de la de Madrid, Viuda de Manuel Fernández, 1768, preparada por la Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey).

Álvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Madrid, Escuela de Ingenieros de Minas de Madrid, 1932 (edición facsímil de la de Norwood, Plimpton Press, 1925, añadiendo la portada y licencias de la edición príncipede 1640 y la portada de 1770).

Álvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Madrid, Unión Española de Explosivos, 1977.

Álvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Cerdanyola, Labor, 1977.

Álvaro Alonso Barba, El arte de los metales, Madrid, CSIC, 1992.

Álvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Sevilla, Fundación El Monte, 1995.

Álvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Valencia, Librerías París-Valencia, 1993 (edición facsímil de la de Madrid, Escuela de Ingenieros de Minas de Madrid, 1932).

Álvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Huelva, Universidad de Huelva, 2001.

Álvaro Alonso Barba, Arte de los metales, Valladolid, Maxtor Librería, 2003 (edición facsímil de la de Madrid, Viuda de Manuel Fernández, 1770).


Manuscrito Consultable de Alonso Barba, Álbaro en la Biblioteca Digital Hispánica


CILUS: Fichero Transcrito de Alonso Barba, Álbaro